Gustavo Adolfo Ordoño. Madrid
Historiador y periodista. Es el autor y editor del sitio web dedicado al estudio de la dialéctica «Civilización y Barbarie» desde la perspectiva histórica, https://www.paxaugusta.es, que ha cumplido más de diez años como cabecera digital en español. Ha trabajado como reportero de televisión y de agencias, publicista, asesor editorial y documentalista especializado en la gestión de la información documental. Libros publicados “La Guerra de Ifini” 2018 y “Guinea Española” 2024, Almuzara.
TARDES DE DOMINGO. BPB Temas: Historia
El eco del acento canario en América
Cuando comenzaba a estudiar la carrera de periodismo en la pretérita década de los ochenta del pasado siglo escuché en el aula una voz con acento canario. En ese momento no pensé que ese compañero fuera oriundo de Canarias. Creí que era colombiano o venezolano. En realidad, suramericano de algún país de Hispanoamérica. Porque en esa época se decía «hispanoamericanos o iberoamericanos», no latinos como prefieren ahora llamarse los propios hispanohablantes de América. Estábamos en el primer curso, todos muy perdidos sin conocer a nadie y empezaban a generarse los acercamientos que darían en posibles amistades.
Me llamo Gustavo, dije en mi acento madrileño mientras tendía la mano a ese joven canario a modo de presentación. Hola, soy Martín; dijo mientras aceptaba estrechar mi mano. No recuerdo con exactitud la conversación tenida, pero sí puedo asegurar que no fue sobre nuestra procedencia. Durante varios días seguí creyendo que ese compañero de clase era «sudaca». El término recogido por el escritor Francisco Umbral en su Diccionario cheli (1983), sin connotaciones peyorativas en un principio pero que luego se usó para referirse de manera insultante a los muchos emigrantes sudamericanos que llegaron esa década a España.
Corría el año 1986 y estaba en esa etapa de mi vida enganchado a los escritores del llamado Boom Latinoamericano. García Márquez y Vargas Llosa sobre todo y algo de Julio Cortázar, eran las lecturas que devoraba. Supongo que me sugestioné y quise hacer de ese canario, por otro lado el primero que conocía, un hispanoamericano con dotes de escritor y que como el admirado García Márquez quería aprender a escribir siendo periodista. Era mi caso también, haría periodismo más que nada porque me gustaba escribir. Por esos años el periodismo se escribía, hasta el radiofónico y el televisivo.
Supongo que salí del error cuando Martín y yo hablamos de los escritores sudamericanos. Compartíamos ese gusto literario. Puede que me atreviese a hacer una broma con él, porque congeniamos bastante, y en algún momento le comentase algo parecido a qué colega sudaca como tú estás ahora leyendo. No sería riguroso en mi historia si dijese que el compañero canario se indignó o que se echó a reír a carcajadas. Aunque seré fiel al relato contando que sin duda Martín me sacaría del malentendido en una de nuestras charlas acerca de la literatura sudaca. Además, y en eso estoy seguro, el ya amigo de Canarias me descargó de culpa al decir que la equivocación entre el acento canario y latinoamericano era muy frecuente.
De hecho me estuvo contando que tenía familiares emigrados a Venezuela y que al llegar allí y hablar fue como si nunca hubieran salido de las islas. Por mi parte ya era aficionado a la Historia, estudiante en ciernes de mi otra carrera académica, y ese tipo de datos me atraía sobremanera. Fui conociendo datos tan ahora evidentes para mí como que todos los futuros colonos y luego emigrantes a América pasaban largos periodos en Canarias. Un primer dato para influir el acento canario en los acentos que el castellano iba adquiriendo en la llamada América española.
Por otro lado, la emigración canaria fue determinante durante los tres siglos de realidad histórica de esa España ultramarina. Mucho más en el siglo XX que sirvió América de tierra prometida para miles de canarios. Los países bañados por el Caribe serían el destino preferido de estos isleños. En cierta manera aquel error de apreciación cometido con el compañero canario de universidad estuvo muy justificado. Resultaba más raro en aquellos años finales de los ochenta encontrar en Madrid a alguien de las Islas Canarias que a un latinoamericano. Fue la jerga de la Movida madrileña la que acuñó el apodo de «Sudacas». Muchos de ellos lo acogieron con orgullo, como una seña de identidad cultural en auge durante esos florecientes años para la Cultura española vivida en recuperada democracia.
Lamento terminar esta historia con cierto final triste. A Martín le perdí la pista antes de acabar la carrera. Cambió en tercer curso de turno en sus clases y luego marchó al cuarto año a no quiero acordarme qué lugar de Europa. Quizás a Londres, pues sí recuerdo algún comentario de ser una ciudad donde había mucho trabajo para periodistas interesados en las nuevas técnicas del oficio. Eran años sin móviles y redes sociales, y tampoco intercambiamos direcciones. Todo quedó en un recuerdo de haber escuchado alguna vez el eco del acento canario en América.
© Gustavo Adolfo Ordoño
Periodista e historiador