TARDES DE DOMINGO 08.12.2024. Juan de la Cruz Gutiérrez Gómez, » Maspalomas con fondo de Cáceres»

Juan de la Cruz Gutiérrez. Cáceres-Gran Canaria

Periodista, Escritor, Investigador, Presentador y Director del programa de TVE “Las Cortes” durante la Transición, Director de TVE en diversas regiones de España incluida Canarias en los años noventa.

TARDES DE DOMINGO.                                                 BPB                                    Temas: Libre

MASPALOMAS CON FONDO DE CÁCERES.

Por Juan de la Cruz

     La tarde de domingo suele tener, por lo general, desde siempre, ese encanto, sugerente y misterioso, del ocio y el relajo, de dejar olvidado el reloj de las prisas, de mirar por la ventana, distraídamente, con la mente a pájaros, como decíamos los chiquillos de Cáceres –mi tierra de siempre, con la Ciudad Medieval más hermosa del mundo, y Patrimonio de la Humanidad, que llevo en lo más intenso y profundo del alma– y perderse por esos mares, siempre inmensos, de los horizontes…

     Al otro lado del ventanal estampas de ayer o de nunca… Y, al tiempo, esa dinámica que embarga a uno en el recorrido de los senderos, apretujado con el paso del tiempo, para dibujar, siquiera sea en la mente, toda una acuarela en la que, sin más misterio que la mirada lejana y perdida, van surgiendo, queriendo o sin querer, toda una serie sensaciones personales, como secretos íntimos de cada uno, en sus propias sensaciones, que se surgen al otro lado del ventanal.  

Cáceres, ciudad medieval.

     La tarde de domingo, acaso sea, a estas alturas de la vida, ese escaparate por el que uno trata de evadirse en el campo de su intimidad y soledad, con sus propios pensamientos, con esencias de una panorámica cuajada de reflexiones, de sabores, de misterios y de pestañeos. Muchas veces de anhelos, sueños o ilusiones cuasi perdidas, que decoran una mirada, cruzada, eso sí, por la sublime intensidad de las acuarelas que se pintan en un rincón tan impresionante como el que se abraza a las hermosas playas de  Maspalomas. Tan mágico como sugerente.

     Maspalomas se alza cuajado a través de las miradas, especialmente en una tarde de domingo, con una constante magia de pinceladas eternas por las aguas azuladas de la mar, por los tintes del presagio de un sol, cálido y amarillento, por la dulzura de unos amaneceres, atardeceres y anocheceres mientras se escucha, siempre, claro es, el suave murmullo, el rumor y el vaivén de las olas perennes en un rincón turístico de magnitud sublime… Y, si se quiere, por el peregrinaje de estas líneas, salpicadas y escritas al azar de la reflexión de una tarde cualquiera de domingo…

     Maspalomas cuenta. tal como señalan una serie de estudiosos, con el mejor clima del mundo. El autor de estas líneas se sienta junto al Faro en una tarde de otoñal domingo, en las cercanías de un pintor bohemio de pura bohemia, pinta de trotamundos, un rostro cruzado de arrugas, larga melena canosa con escasas incrustaciones de azabache, una rasgada y cantosa camisa salpicada por infinidad de cuadros multicolores, pantalón corto con tintes y manchas de largo tiempo incrustadas en su largo uso, con deshilachados flecos en las pateras, chanclas que dan paso a unos pies descuidados, la colilla de un cigarrillo en la comisura de los labios, una mirada, la del pintor, claro es, que otea el horizonte sin prisa alguna y que trata de plasmar su radiografía personal, también sin mayores prisas, en el lienzo…

     El pintor y el paseante junto al Faro de Maspalomas, cruzan, por ese capricho del azar en una tarde otoñal de domingo, su mirada… El pintor comenta:

— ¿Gustar pintura?

     La imprevista pregunta obliga al paseante a levantarse unos segundos y acercarse para contemplar la obra del pintor. Acaso por esa obra de caridad que es la compasión, que siempre viene bien, respondiendo del mejor modo que buenamente puede para la satisfacción humana del artista. Nada más pasar la vista y echar una ojeada por el lienzo, el paseante levanta el dedo pulgar de la mano derecha con ese gesto universal de aprobación y añade:

— ¡Oh, pintura, bien…!

     El paseante añade, a continuación, de forma rápida:

— ¡Very good…!

     El pintor, ay,  sonríe agradecida, satisfecha, dulcemente, ante la rápida crítica del paseante sobre la obra y contesta:

— Thank you. mister…

     Podría señalarse entonces que, como expresa el dicho popular castellano, la cara es el espejo del alma, por lo que, de la expresión del rostro del pintor, parece que le agrada sobremanera la exposición de un observador de su obra  y que debe de confesar que gusta más del figurativismo que se le ofrece en esos momentos ante sus ojos que de otras tendencias.

     Uno o dos segundos después el artista bohemio espabila el gesto, con una sonrisa despierta:

— Yo vender cuadro mar Maspalomas por 40 euros… Mucho tiempo trabajo… Yo, pintor inglés… Yo mucho vender Inglaterra, Costa del Sol, Mallorca… Ahora, Maspalomas…

— ¡Suerte…! –le espeta el paseante regresando a su ubicación anterior…

     El pintor va transmitiendo, mientras se pierde la voz, según interpreta el paseante, que posteriormente expondrá su visión de la mar en y desde la playa de Maspalomas, en una tarde cualquiera de domingo otoñal, junto a otras marinas que alberga en una vieja maleta, al albur de la caridad y de los turistas entre tiras y aflojas por el precio de la pintura.

La verdad, se piensa el paseante en su fuero interno, es que la pintura del amigo ingles, pareciera una copia fotográfica de la visión que se distingue mirando hacia el original de la obra, pero, ya, trasladado al lienzo.

Murallas de Cáceres

     El sol, el sol eterno de Maspalomas, va decayendo lenta, suave, cálidamente en su tonalidad amarilla mientras, poco a poco, al tiempo, el horizonte, desde el enclave y la atalaya en la que hayan el pintor y el paseante, se va adornando, segundo a segundo, con unas incrustaciones anaranjadas, malvas, rojizas, grisáceas y un azul más tenue. Mientras, claro, va cambiando el decorado de la escena, a través de una serie de secuencias que paralizan a muchos transeúntes por su gigantesca hermosura ante el telón del cielo.  Todos ellos sorprendidos por ese bellísimo y genuino horizonte que se aparece y se presenta, ante todos, segmentado por una infinidad de colores que transmite la impresionante belleza de ese cambio tan genuinamente radiante, con el que se adorna la playa de Maspalomas, día a día…

     ¡Qué lástima que esos observadores no puedan incrustar con la inmensidad de la magia, el hechizo, el encanto y la sobrecogedora belleza de la Ciudad Medieval de Cáceres, conjuntada entre la muralla, cuajada de torres, palacios, iglesias, casonas solariegas, conventos, plazoletas…! Y, también, al hilo de la propia ciudad monumental cacereña, de unas páginas sorprendentes que se conservan las páginas de la historia de la ciudad.

Playa de Maspalomas. Gran Canaria.

   Todo un horizonte de una extraordinaria y divina  dimensión como el que se divisa en esta tarde de domingo otoñal en Maspalomas. Tal cual va intercalando el paseante, con la sacrosanta estampa de su sempiterna tierra cacereña, arraigada en la memoria, al tiempo que se le escapan sin querer, porque le nace en el alma,  un riachuelillo de  lágrimas emocionales que se deslizan por su rostro arrastrando en su acuosidad toda una multitud de recuerdos, de sensaciones, de personas, de estampas, que tanto y tanto marcan su vida…

     En una tarde de otoñal domingo en Maspalomas.

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