Divagar, ser el atento espectador del vuelo de una mosca, admirar e incluso aplaudir sus piruetas acrobáticas dignas de un escuadrón de vuelo espectacular. Es una forma de ver cómo pasa la vida, tan cercana y tan lejana al mismo tiempo.
La memoria es un vivero de recuerdos que se agolpan en una divagación sin fin.
Me asalta ahora la imagen del Guiniguada buscando el mar para dejar allí los trofeos de los barrancos cumbreros. Y en el recorrido un grupo de gente que asiste entusiasmada al fenómeno acuático desdé la protección de las orillas blindadas de este afluente de sí mismo. Más tarde el histórico Guiniguada fue ocultado por el cemento de una rampa creada para la circulación.
Ahora todo está por decidir para seguir haciendo leyenda
Divago sobre el Guiniguada , aunque me acosa otro recuerdo que me lleva al kiosko de la música del Parque de San Telmo. Un grupito de gente se reunía los días en que la UD Las Palmas jugaba fuera para seguir con pasión las incidencias del partido a través de los veteranos altavoces que el bar dedicaba a sus parroquianos. Cuando se cantaba gol, era una exclamación atávica hermanada por el sagrado sentimiento de amar un mismo color.
Otro día divagaremos sobre una calle que reunía la vida comercial y social de la ciudad: TRIANA