Sabemos que los políticos actuales tienen de cultura lo que yo de campeón del mundo de judo, y nuestra sociedad lo admite, como acepta tantas y tantas tomaduras de pelo a los españoles a los que nos maltratan con sus estupideces, con sus maniobras interesadas en el dinero fácil, con su corrupción estabilizada y permitida por todos los actores políticos, y con sus decisiones alocadas en beneficio de unos pocos.
El Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria es un foco de gasto alocado, sin control, donde con el dinero de todos deciden unos pocos. Y llegó el gran concierto de Maluma, que se sepa con un gasto de un millón de euros, posiblemente con otro medio millón más, probablemente millón y medio de euros en ese concierto, con la alegría y el alborozo de miles de ciudadanos que lo aceptan porque viene el gran Maluma, todo vale para verlo de cerca, y tocarlo, y adorarlo.
Después de un hecho tan grave como este, en una sociedad como la nuestra con tantos problemas económicos, con gran parte de nuestra gente pasándolo mal para llegar a final de mes, con buena parte de nuestra querida gente que no llega a final de mes y pasan penurias, en una situación de escasez, de insuficiencia, de pobreza, lo menos que se puede exigir después de este dispendio de los alocados interesados es transparencia.
Una reunión de los agentes culturales de Gran Canaria, con los responsables de nuestro Ayuntamiento, y con los gastos del carnaval euro a euro en la pantalla. Y que lo expliquen. Para que no pase nunca más. ¿Cuánto ha costado este invento? ¿Cinco millones, seis, diez millones de euros? ¿Cuánto se invierte en la cultura base de nuestra ciudad y de nuestra isla en un año?
¿Qué agentes culturales están detrás de los grandes gastos culturales? ¿Cómo se apoya a nuestra gente creativa, la que trabaja con nuestros actores, con nuestros cantautores, con nuestros cantantes o pintores, los de aquí, los que generan vida y cultura aquí?
Tiene que acabarse que los grandes gastos estén descontrolados y en manos de unos pocos. Nuestros agentes culturales deben controlar el gasto cultural, o por lo menos tener parte en las grandes decisiones.
La cultura no tiene que ser un gasto, tiene que ser una inversión. Y las inversiones tienen que favorecer a todos.