Agustín Santana, Reedición de 9 de marzo de 2021.
Guedes, jugador de uno de los mejores equipos de futbol. Con Tonono y con Germán crearon un tiki taka adelantado a los tiempos. Como todos los genios, fueron precursores en casi todo.
El nueve de marzo de 1971, hace hoy cincuenta años, nos dejaba para siempre uno de los tres jugadores más carismáticos, más queridos y más recordados de la Unión Deportiva Las Palmas. Yo tenía veinte años cuando ocurrió lo que todos esperábamos, y no por esperado menos doloroso.
El futbol fue la gran pasión de mucho de los niños que nacimos en los años cincuenta, que teníamos que inventar y crear para poder tener juguetes con los que pasar el tiempo con los amigos en la calle. La calle era nuestro estadio de batallas, y usábamos las puertas grandes de los locales como puertas, y como aliado preferente los coches: había tan pocos que jugábamos horas sin que ninguno nos interrumpiera. Y la pelota de trapo, la teníamos que hacer o no había juego. También las alcantarillas nos hacían de puertas, pero teníamos que buscar las que estaban enfrente unas de otras. Y las chapas, decoradas con los colores de tu equipo preferido, se convertían en tus jugadores favoritos para ganar el partido, sin trampas, con deportividad, con amor por el futbol por el futbol.
El futbol de verdad, con puertas sin redes y piedras y más piedras en el campo era para los momentos especiales, para los domingos, para los que teníamos la suerte de estar en un equipo “federado” o controlado por algún mayor apasionado del deporte del balón.
Mis primeros recuerdos del futbol se van a las grandes puertas de la calle y a un campo bajo la Iglesia de San José, por donde corría un canalillo de agua, y recuerdo también terrenos plantados. Unos años después pasé a un campo de futbol en la Iglesia Santa Teresita de la calle Tomás Morales que era inclinado, muy inclinado y con grandes piedras, y ya después en los campos de la Ciudad del Mar, con el Rodríguez Monroy, el equipo infantil más singular y con más personalidad de la época, con un entrenador joven, Antonio Salamanca, que dejó impronta en todos los que pasamos por allí. Y ya en el año sesenta y seis, creo, al Sporting San José juvenil gracias a mi querido amigo Paco Miguel Cabrera del Toro y con otro gran entrenador, Portillo.
Varios años antes Juan Guedes jugaba de niño al futbol sin botas, descalzo, con calcetines. Mis primeros recuerdos del Estadio Insular y de nuestro equipillo me sitúan en la grada Sur, con todos los niños que entrábamos con carnet de federado, y con el debut de Paco Castellano jugando contra el Barcelona y cuidando a Kocsis en el año 1964, yo con trece años. A partir de ahí no me perdí ningún partido de Las Palmas, y la cita con el Estadio Insular y con el equipillo era sagrada.
Aquel equipo era algo especial, era de los niños, de las familias, del encuentro con los amigos en el inolvidable Estadio, de las tardes de domingo con la bota de vino y con el pescado seco, con el olor a puro y con las risas de la felicidad de la gente sencilla, como si estuvieras en casa, en el rincón más querido de la casa. Y como referentes, como los mejores jugadores de la historia, como personajes de ensueño irrepetibles, como grandes y buenas personas, Guedes, Tonono y Germán.
Alto, espigado, lento aparentemente, parsimonioso, encorvado, elegante, como un castillo que rodea el balón y hace inaccesible al contrario por mucho que lo intente, avanzando despacito hacia la puerta contraria, y llegado el momento, justo el momento, un pase por encima de la línea izquierda, justo por encima de la línea, sin salirse un ápice, por detrás del lateral derecho del otro equipo, con Gilberto I galopando para ganar el fondo desde que salió el balón, sin que mediase mirada alguna o gesto que indicase que la jugada era esa. Y cuando el momento y la posición lo aconsejaba, un pase al otro lado del campo, al lado derecho del ataque, allá donde estaba Mame León, justo unos metros delante de sus pies para que corriese con ventaja.
Pero sus largos y precisos pases no era lo único y especial de Juanito Guedes. Era su impronta en el campo, su sola presencia era ya un valor, su retención del balón y de la jugada desconcentraba a la defensa contraria y la dejaba indefensa ante un ataque sorpresivo e inesperado.
Cuatro años después nos dejaba Tonono. El mejor equipo de futbol, el que maravillaba en todos los estadios, el que recibía aplausos en la mismísima Catedral del futbol, el equipillo de los canarios, ese equipo que a pesar de estas dos tragedias tan fuertes fue el mejor de su tiempo, ese equipo estará siempre con nosotros.
Juanito Guedes alma del mejor equipo de los tiempos.
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