
Antonio de Armas, 1 de abril 2012, Canarias7
Colegio Viera y Clavijo en las brumas de un recuerdo imperecedero Las sórdidas y distorsionadas campanadas del antiguo reloj victoriano, ubicado en el salón de estudios del ya desaparecido Colegio Viera y Clavijo, parecían sonar aquella mañana del 3 de marzo de 1962 con un vigor y tonalidad no acostumbrada.
Los alumnos de todos los cursos de bachillerato se habían unido en favor de una causa común: comisionar al inspector de estudios Antonio Francés, a efectos de solicitar de los rectores y fundadores del centro, Pedro Cullen y Juan Melián, un permiso especial que les permitiera estar presentes en el glorioso recibimiento que se le iba a tributar a los integrantes de la selección juvenil campeona de España en nuestra ciudad.
En el centro cursaban bachillerato José Manuel León y Salvador Samper, dos de los componentes de aquellos célebres Diablillos Amarillos, término que acuñaría el periodista deportivo de Falange Antonio Ayala. Aunque el colegio Viera y Clavijo tenía una consolidada reputación de centro liberal y laico, no era menos cierto su rígido sentido del deber, responsabilidad y ejemplar disciplina. Las horas de la mañana transcurrían tensas y lentas.
Los estudiantes, atenazados por la ansiedad del momento y ausentes de sus respectivas materias, no disimulaban su inusual indolencia. El profesorado, identificado aquel día con los alumnos, no sólo mostraron su mayor indulgencia sino que en un gesto de valentía y solidaridad, después de reunirse en el amplio y luminoso patio, encaminarían sus pasos hacia el despacho de los fundadores del centro.
Encendido y emotivo discurso de Pedro Cullen del Castillo La comitiva, liderada por el profesor de matemáticas Juan Figueroa, sería recibida por Pedro Cullen, acreditado orador, humanista de pensamiento elevado y formas versallescas de quien muchos estudiantes aprendimos a respetar y amar la literatura. El debate no tendría larga duración. Los rostros de satisfacción del profesorado a la salida del despacho del director atisbaban una gran noticia. Muy pronto, los inspectores de estudio Antonio Francés y José Pérez Gil reunirían a todos los cursos en el salón general.
Los rayos de sol de la mañana entraban por las pequeñas cristaleras a cuadros de marcado carácter británico, irradiando la estancia de un deslumbrante resplandor. De inmediato, la figura voluminosa y mesiánica de Pedro Cullen se abre paso entre la fila de pupitres camino de la tarima central ante un silencio reverencial. Con semblante imperial y solemne , oteando el horizonte, dirigió su mirada a todo el salón.
Luego, tras breves segundos, con voz grave y firme pronunció:
«Hoy todos los ciudadanos de Gran Canaria debemos pagar una deuda de gratitud y tributo de admiración. Se ha producido una homérica gesta. El corazón nos embarga en este día y debemos sentirnos inmensamente orgullosos. Unos muchachos aún en edad juvenil se han proclamado por primera vez en la historia campeones de España, venciendo toda clase de vicisitudes y obstáculos. Estos chicos ya han pasado a formar parte de las páginas de oro del balompié insular y en ellos está depositado nuestro futuro. El fútbol es también un instrumento de cohesión social. Por ello, de igual forma, quiero que esta hazaña a nivel nacional sirva de ejemplo a muchos de ustedes. La firme y férrea voluntad, tenacidad, perseverancia y responsabilidad de hombres de bien son valores que nos llevarán siempre a la victoria final. Me agradaría que mis palabras no quedaran en una política de gestos. Todos los que estamos aquí presentes en el día de hoy entre los cuales me incluyo- no podemos faltar a esta gran cita y dar a estos héroes la calurosa bienvenida que merecen».
«¡Vivan los diablillos amarillos!». Todos los alumnos, puestos en pie en posición de firmes, gritaron al unísono un sentido ¡Viva! Tras varios segundos y ya con la expresión más relajada y sonriente, alzando su brazo derecho, con voz grave y solemne entonaría: «¡Rompan filas!». Los alumnos, después del inflamado y emotivo discurso de Pedro Cullen, salieron atropelladamente del salón general, calle Luis Millares abajo, reflejando en sus semblantes la alegría y emoción del momento. Iban al encuentro de sus ídolos y las escenas vividas fueron indescriptibles.
Thanks for watching!
PUBLICIDAD