‘Angélica y Medoro’: 300 años de la ópera de San Juan y Zamora

Este mes se cumplen tres siglos del estreno de la ópera 'Angélica y Medoro' en el Coliseo del Buen Retiro de Madrid

OPERA ACTUAL

01 / 04 / 2022 – Victoriano J. PÉREZ MANCILLA

 

Este mes se cumplen tres siglos del estreno de la ópera Angélica y Medoro en el Coliseo del Buen Retiro de Madrid, una obra concebida en la línea del dramma per musica de Metastasio u ópera seria italiana

La mayor parte de la historiografía ha considerado que la italianización de la música teatral española en el siglo XVIII supuso su decadencia, pero la visión más actual plantea lo italiano y su hibridación con lo español como un claro elemento modernizador y de europeización de la dramaturgia musical. Así, la llegada a Madrid de un amplio grupo de músicos italianos en la década de 1720 propició que el teatro hispano integrase las novedades propiamente italianas de entonces, siendo la ópera Angélica y Medoro del compositor José de San Juan, con libreto de Antonio de Zamora, un ejemplo de ello. No en vano, el manuscrito de 1722 que se conserva con su texto en la Biblioteca Nacional recoge en la portada que se trata de un “Dramma musico u opera scenica en estilo italiano”, es decir, en la línea del dramma per musica de Metastasio u ópera seria italiana.

La obra se estrenó el 7 de abril de 1722 en el madrileño Coliseo del Buen Retiro, como parte de los festejos por el enlace del príncipe Luis de Borbón –quien llegaría a reinar en España como Luis I durante unos meses de 1724– con Luisa Isabel de Orleans, hija del por entonces regente de Francia, Felipe II de Orleans. Cabe señalar que la ópera tuvo tres representaciones protocolarias, los días 7, 9 y 10 de abril de 1722, a las cuales les siguieron otras 29 abiertas al público entre el 12 de abril y el 11 de mayo, que llegaron a generar unos 45.000 reales de beneficio, demostrando todo ello la aceptación de la obra y la unión del teatro de corte y el comercial.

Orlando como fuente

Para la elaboración de su texto el Concejo de la Villa de Madrid, responsable de la producción, convocó a Antonio de Zamora (1660-1727), el poeta oficial de la Corte desde finales del siglo XVII, seguidor de la escuela de Calderón de la Barca pero, a su vez, preludio del costumbrismo de Ramón de la Cruz. En concreto, el texto de Zamora retoma uno de los fragmentos más conocidos del poema lírico Orlando furioso, publicado en Ferrara por Ludovico Ariosto en 1516: el del amor del caballero Orlando por la bella Angélica, esta última enamorada de Medoro, en el contexto de las leyendas sobre Carlomagno y la guerra de los cristianos contra los sarracenos en los Pirineos. Así, Zamora utiliza en su libreto la historia amorosa entre Angélica y Medoro y su ambientación pirenaica como una trama idónea para festejar la integración de la francesa Luisa Isabel de Orleans en la Corte española.

“’Angélica y Medoro’ es un ejemplo de cómo el teatro musical español integra las novedades propias del estilo italiano”

Al texto de Antonio de Zamora le puso música José de San Juan (ca.1685-ca.1747), quien se había formado como niño de coro en la catedral de Sigüenza y llegó a la Capilla Real en calidad de compositor y maestro de los niños de coro de la misma. Después volvió a Sigüenza a ocupar el magisterio de capilla, se ordenó sacerdote y, desde 1711 hasta 1741, desempeñó el cargo de maestro de capilla del monasterio de las Descalzas Reales de Madrid.

En su faceta compositiva, se dedicó al repertorio religioso conforme a su cargo en el monasterio, pero también al profano, dotando de música escénica a distintas celebraciones palaciegas al depender del patronato real, caso de la ópera Angélica y Medoro. De hecho, su valía creativa llegó a señalarla hasta el propio Tomás de Iriarte en el poema La música, de 1779, citándole como uno de los compositores españoles de “obras inmortales” junto a Patiño, Guerrero, Victoria, Morales, Literes, Durón o Nebra.

Partitura perdida

Lamentablemente la par­­titura de De San Juan para Angélica y Medoro se ha perdido o, esperemos, aún no se conoce. Sin embargo, el manuscrito de 1722 que recoge el texto de la obra muestra bastante información sobre la misma, como su división en dos actos y no en los tres propios del dramma per musica italiano. Pero la enorme influencia de la fórmula italiana en la obra de Zamora y San Juan es innegable, ya que según el documento integra más de una decena de arias en cada uno de los actos y encomienda a los personajes protagonistas varias de ellas situadas sobre todo al principio y al final de ambas partes. Igualmente, el estilo italiano se evidencia en la utilización de arias da capo, cuyo formato se identifica en el libreto conservado en la Biblioteca Nacional al menos en la última del primer acto y en ocho del segundo.

© Biblioteca Nacional de España

Portada del manuscrito del libreto de la ópera ‘Angélica y Medoro’ (1722) conservado en la Biblioteca Nacional

En concreto, el número de personajes cantados de la ópera asciende en total a doce, todos interpretados por mujeres en la producción de 1722, ya fuesen masculinos o femeninos, integrando a dos cómicos para mezclar lo bufo con lo serio en la línea de la dramaturgia propiamente española. El rasgo hispano también se muestra en la utilización de la guitarra, onomatopeyas en las voces y, especialmente, con la complejidad de la trama, que inserta a los citados doce personajes cantantes y a las decenas de actores y actrices que aparecieron en el escenario en 1722 divididos en grupos de damas, paladines, zagalas, zagales, ninfas, moros, franceses y muchachos. Por todo ello, no es extraño que para la representación hiciesen falta nada menos que dos compañías completas de teatro y varios extras.

Por último, cabe exponer que la representación celebrada en el Coliseo del Buen Retiro no se ciñó a la ópera Angélica y Medoro, sino que también integró una loa al principio y un sainete entre los dos actos que escribió exprofeso otro gran dramaturgo de la época, José de Cañizares, con música del compositor Salvador de Navas.

En definitiva, la producción de 1722 fue una fiesta en el sentido propiamente barroco, que celebraba con júbilo un enlace que respondía a la política monárquica de establecimiento de estratégicas alianzas internacionales y, por ello, se hizo un gran despliegue de recursos para disfrute de la Corte, pero también del pueblo. –ÓA

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