THOMAS HOBBES 1588-1679, “Homo homini lupus”.

Por supuesto que en nuestras sociedades actuales los lobos están atacando a otros lobos y, como siempre, los que pierden son los más honestos.

Agustín Santana, 06.03.2025

La frase de Hobbes se convierte en la metáfora del animal salvaje que el hombre lleva por dentro, siendo capaz de realizar grandes atrocidades y barbaridades contra elementos de su propia especie.

Un análisis de Hobbes lo dejo para mi amigo Raúl Amador, así que la cita la tomo prestada exclusivamente para exponer, a modo de reflexión, mis preocupaciones por la deriva que está tomando el hombre en esta época tan difícil que nos está tocando vivir.

Hace unos años muchos se escandalizaban cuando alguna opinión decía que la corrupción se estaba generalizando en España, que estaba escondida, o mejor que la escondían entre todos, y que algunos desalmados (cada vez más según aquella opinión) se enriquecían mientras los demás miraban para otro lado.

Hoy ya sabemos que era totalmente cierto, y además hemos aprendido que no es que la corrupción esté generalizada en la política, es que el abuso de poder en las decisiones está a la orden del día en todas las facetas de la vida, en lo público y en lo privado, en un club deportivo o en una comunidad de propietarios, en una organización no gubernamental destinada a apoyar causas justas o en los gestos de falsas solidaridades de los países.

Por supuesto que en nuestras sociedades actuales los lobos están atacando a otros lobos y, como siempre, los que pierden son los más honestos, los que no quieren devorar por devorar, los más pacíficos y sobre todo los más débiles, los más pobres, los desahuciados por las decisiones siempre favorables a los poderosos.

 

Los paradigmas más claros están en los dos polos opuestos que dicen representar Donald Trump y Pedro Sánchez. Hay muchos más ejemplos, aceptados sumisamente todos por las sociedades actuales, también fuera de la política. En Canarias un ejemplo de la barbarie no escondida, con luz y taquígrafos, es lo que está ocurriendo con el Club Deportivo Tenerife.

Un Club que todos los canarios queremos en primera división, con la Unión Deportiva Las Palmas, y que está destinado ahora a perder la categoría profesional de la segunda división y a entrar en el club de los olvidados. Ni Tenerife ni Canarias se merece que esto ocurra así, no que descienda a una división inferior, sino que lo haga como lo está haciendo: Por culpa de los propietarios, de los despachos, de los intereses particulares.

Algo parecido pasa en el club amarillo, con un empresario propietario que prioriza los beneficios (que no es malo) por encima de lo deportivo, convirtiendo a un equipo de ensueño, por su fundación y por su historia, en un equipo vulgar y nada competitivo.

Como decía el recordado Néstor Doreste Padilla el presidente Miguel Ángel Ramírez ha hecho una buena gestión económica durante más de veinte años, pero en ese tiempo hemos estado solo cuatro temporadas en primera división. Es normal en un presidente que amenazó a un periodista crítico con escacharle la cabeza.

O que al mismo Néstor Doreste, uno de los primeros socios de la U.D. desde 1950 e hijo de uno de los fundadores, por no estar de acuerdo con él, no lo reconocía como tal, y no le daba el puesto de relevancia que debería haber tenido en el Club, en el palco viendo los partidos, en un reconocimiento cuando el 75 Aniversario del Club, o en un homenaje que quedará pendiente para un próximo responsable de nuestro equipo.

El viernes 14 en el Estadio de Gran Canaria, en el partido que jugamos contra el Alavés, se hará un minuto de silencio por Néstor Doreste. Será un minuto para pedir por las intenciones en vida de nuestro socio más antiguo: ver una Unión Deportiva con un presidente y una directiva que honre al más singular y original Club de nuestra Liga.

Lobo come al lobo. En el deporte, en la política, en la sociedad.

No perdamos la esperanza.

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