Gustavo Adolfo Ordoño. Madrid
Historiador y periodista. Es el autor y editor del sitio web dedicado al estudio de la dialéctica «Civilización y Barbarie» desde la perspectiva histórica, https://www.paxaugusta.es, que ha cumplido más de diez años como cabecera digital en español. Ha trabajado como reportero de televisión y de agencias, publicista, asesor editorial y documentalista especializado en la gestión de la información documental. Libros publicados “La Guerra de Ifini” 2018 y “Guinea Española” 2024, Almuzara.
TARDES DE DOMINGO. BPB Temas: Historia
La prisión afortunada, cuando Canarias servía de presidio y destierro.
Mis inquietudes de investigador histórico hicieron especializarme en los asuntos coloniales de España en época contemporánea. Así, en el proceso de documentación de mi libro sobre Guinea Española encontré bastantes referencias acerca de convertir las islas de la actual Guinea Ecuatorial, Bioko (Fernando Poo), Annobon, Corisco o las pequeñas Elobeyes en presidios. Lo que se conocía como colonias-penal y que existían en todas las potencias coloniales. Observé como franceses e ingleses tenían en colonias importantes, que ahora son países independientes (Madagascar, Australia), lo que conocemos ahora como “prisiones de alta seguridad”. Sin embargo, España no utilizó territorio de administración colonial como presidios pero sí utilizaría a las Islas Canarias.
Ese dato, entre otros muchos más, me hacía entender mejor el reproche de bastantes canarios sobre sentir un “trato colonial” a Canarias por parte de la península. El evidente aislamiento geográfico respecto al resto de España y su orografía harían de las islas más pequeñas perfectos presidios para confinar a opositores o presos conflictivos a lo largo de los siglos. Fue algo utilizado más en los siglos XIX y XX donde la rivalidad política era habitual y las islas se prestaban al castigo del destierro para el “enemigo político”. Pero antes, en el siglo XVI, se utilizó como una manera de protección del territorio insular los llamados presidios militares.
Fueron una combinación de cuarteles-fortalezas-prisiones donde las tropas utilizadas eran en gran parte presos que cumplían condena haciendo este servicio militar. El más importante sería el construido en Gran Canaria para la defensa de la isla. Este presidio-cuartel fue reforzado en 1570 con la llegada del primer capitán gobernador, Juan de Benavides, quien organizó esa fortaleza con grandes barracones-celdas para el alojamiento de los soldados. Para muchos resultaba la mejor manera de conmutar o acortar sus penas.
Haciendo una mirada a tiempos más recientes encontramos a Fuerteventura y al Hierro como las dos islas más usadas como presidios naturales para el destierro. Lo llamativo es su utilización para confinar a personas consideradas peligrosas o “incómodas” por el régimen político de turno. Desde la época del destronamiento de Isabel II, la I República, la Restauración borbónica, la dictadura de Primo de Rivera, la II República y la dictadura de Franco. Es decir, fueron confinados tanto liberales, moderados progresistas, como republicanos de todo tipo, socialistas, anarquistas y, posteriormente, a opositores al franquismo.
De esta lista a lo largo de nuestra historia contemporánea destacan Miguel de Unamuno o el anarquista Durruti. En 1924, durante la dictadura de Primo de Rivera, Miguel de Unamuno fue desterrado a Fuerteventura por sus críticas al régimen. No fue un destierro largo, duró menos de 6 meses (de marzo a julio de 1924), pero marcó al intelectual de tal manera que aprovechando el aislamiento y la dureza del entorno, su espíritu reflexivo añadió mayor conexión con la naturaleza. Su correspondencia posterior a amigos canarios que allí hizo y algunos de sus escritos de esta época reflejan esa huella que no borró de su obra, ni cuando está más próxima a la espiritualidad divina que a la terrenal.
Unamuno, finalmente, gracias a la intervención de amigos y personalidades influyentes, consiguió la amnistía pero prefirió “autoexiliarse” a Francia porque continuaba detestando al régimen de Primo de Rivera. Casi diez años después, el líder anarquista Durruti fue desterrado a Fuerteventura durante cuatro meses en 1932. Lo fue tras una insurrección anarcosindicalista en el Alto Llobregat durante la Segunda República. En su caso el sufrimiento del destierro no sería tan grave como las enfermedades contraídas en el barco que lo llevó hasta Canarias. De hecho, las últimas semanas sería “indultado” para recuperarse en la bella capital grancanaria de Las Palmas…
