SANTIAGO GIL. «Hoy es un día nublado y ventoso en Gran Canaria. Un día de tristeza literaria.» Atlántico Hoy, Edición Sta.Cruz de Tenerife.

Agustín Santana, 24.03.2025

Conocí a Yolanda en el Jurado del Premio Montblanc a la Literatura, Edición 1993 Las Palmas. Además fue la encargada de presentar al Joven Valor premiado, José Manuel Marrero Henríquez. Como anécdota diré que me sorprendió su enorme sensibilidad, unas lágrimas le cayeron y no recuerdo exactamente en qué momento.

La recuerdo muy entregada y participativa en las reuniones y muy feliz en el acto de entrega de premios hablando animadamente con Manuel González Sosa, con Eugenio y Manolo Padorno, con Josefina de la Torre, con Chano de la Nuez, con Maria Dolores de la Fe.

No tuve más contactos con ella salvo por los medios de comunicación y sobre todo con su magnífico libro sobre la biografía de Don Benito. Descanse en paz.

Con el permiso de Atlántico Hoy comparto con los amigos de bachpuccinithebeatles las profundas palabras de Santiago Gil.

Santiago Gil

Atlántico Hoy, 23 de marzo de 2025.

Hoy amanece gris en Las Palmas de Gran Canaria y a las palmeras las azota un viento frío de invierno que olvida que ya llegó la primavera. Al fondo, en el horizonte, sí hay pequeñas cascadas de luz. Acaba de amanecer y esa luz es siempre la esperanza, la que orienta y la que te recuerda que todo lo que importa tiene que ver con la claridad y con lo que alumbra. Ya no está Yolanda en su casa de Primero de Mayo, ya no puedes llamar a Yolanda para preguntarle una duda galdosiana o para pedirle algún consejo para un proyecto literario. Siempre estuvo Yolanda.

La primera novela que escribí quise que la presentara mi profesora de Literatura en el instituto de Guía, María Teresa Ojeda, y ya María Teresa me dijo que tenía que presentarla Yolanda. Yo ya conocía a Yolanda, de los años en el periódico y de cuando coincidimos en el Cabildo. Me tocó llevar la promoción periodística de algunos de sus proyectos como consejera de Educación. Recuerdo Memoria Insular, ese rincón en el que quiso que estuviera todo lo importante que hubiera sucedido en Gran Canaria. Luego Yolanda presentó mi segunda novela, y estuvo siempre cerca, siempre alentando y siempre dándome nuevas pistas galdosianas. Pero lo que hizo conmigo lo hizo con mucha gente. Ella lograba que la vida cultural renaciera a su alrededor, por su energía, por su magnetismo, por su generosidad. Era una luz en estas islas tan oscuras de Cultura, tan ingratas con la memoria y con el esfuerzo de quienes estuvieron antes que nosotros para que fuéramos más universales, más cultos y mejores personas. Yolanda era maestra donde quiera que estaba.

También recuerdo las conversaciones en el Festival Hispanoamericano de Escritores de La Palma, en esa isla de las luces en la que, según llegas, parece que se despierta lo que realmente vale la pena de la vida. La recuerdo hablando de Galdós con Fernando Aramburu, y la cara del gran escritor vasco memorizando títulos y detalles de don Benito. Yo callaba en aquella mesa y seguía aprendiendo para regresar luego a Benina, a Máximo Manso, a Alejandro Miquis o a Isidora Rufete. Hablamos mucho y siempre de La desheredada, para mí la mejor novela de Galdós. Pero desde que se asomaba a un jardín o a un barranco palmero te hablaba de su infancia en Firgas, de su padre, de su marido, ese hombre bueno, sereno y sabio que es Daniel, de sus hijos, y del último libro que estuviera leyendo.

Se ha ido Yolanda. Hace unos meses la encontré haciendo la compra en un supermercado, y allí, entre el trajín de los carros y los anuncios por megafonía de las últimas ofertas, desplegó esa luz de su presencia una vez más, la que hacía que se detuviera el tiempo, y que solo te dieras cuenta de su paso cuando mirabas hacia los congelados de la compra. Y no está Canarias sobrada de luces como la de Yolanda. La verdad es que marzo ha venido empeñado en apagar algunas luces necesarias para seguir avanzando hacia el horizonte de la cultura y de la tolerancia. Se han marchado Andrés Sánchez Robayna y Yolanda Arencibia con pocos días de diferencia, y esa es, sin duda, la peor de las noticias culturales que podemos dar los periodistas. Eran dos faros, y sin faros corremos el riego de extraviarnos. Yolanda era un faro cultural, y ya sabemos que son pocos los faros, y que cuando se apagan también llega el silencio. Hoy es un día nublado y ventoso en Gran Canaria. Un día de tristeza literaria

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