Agustín Santana, 17.04.2024
Ni caso. A palabras necias ni caso.
Conozco el Fuji desde hace muchos años. He comido muchas veces con la familia, y otras muchas veces con amigos. Y he celebrado comidas de mi empresa en otras ocasiones.
Con algunos amigos amantes y conocedores de la comida japonesa he disfrutado de un Fuji tradicional, sencillo, con una magnífica presentación y una calidad de los productos exquisita.
Hemos vivido los cambios que se han ido produciendo desde la época del Sr. Sato hasta la de Miguel Martínez. A uno de los buenos amigos, amantes de la cocina tradicional, no le gustaba la idea de que se fueran incluyendo platos más modernos en medio de los Sushi y de los Shasimi de atún. Pero también se fue adaptando y enamorando de los nuevos platos creados por el Chef Miguel Martínez.
El Fuji tiene mucha magia, empezando por su historia y terminando por cada presente. Miguel Martínez empezó con el Sr. Sato y de él aprendió todo, con mucho trabajo, con mucho esfuerzo, desde cero. Se fue convirtiendo desde el pinche joven a un consumado profesional.
Hace unos meses llevé a comer a un amigo belga y salió impresionado. «Una de las mejores comidas que he tenido».
La cocina es magia en la transformación, y eso ha conseguido Miguel con el paso de los años.
He comido varias veces en el Restaurante Soy de Pedro Espina en Madrid, y en una de esas ocasiones me decía Pedro que cuando da clases a sus alumnos les habla del Restaurante más antiguo de España y segundo de Europa: El Restaurante Fuji de Las Palmas de Gran Canaria.
Y después de cincuenta y siete años de que el Sr. Sato abriera el restaurante en la calle Fernando Guanarteme, de que su pinche principal Miguel le acompañara a su lado, aprendiendo de su técnica, creciendo, después de que nuestra ciudad disfrutara de ese rincón japonés repetidamente, después de que muchos turistas cayeran por allí atraídos por su fama y por su historia.
Después de que un día Miguel Martínez decidera dar el salto a una cocina más grande, con muchas dudas, con mucha incertidumbre, pero con mucha ilusión y ganas de mejorar para sus clientes y para sus empleados.
Después de cincuenta y siete años viene el entendido, el quelosabetodo, el crítico más importante, el fundador de Madrid Fusión, y se caga en sus propios pantalones su gran prestigio. Ha pretendido, con cero grado de inteligencia emocional, con menos cero grado de sentido común, llamar la atención mundial, haciendo daño innecesario a una entidad señera.
No vuelva señor Capel, Canarias no le debe acoger más después de este atropello insensato. Quédese con su poder y con su influencia allá donde viva. Y por favor no vaya con su estilo lenguaraz a comer en el Restaurante Soy. Estropearia todo con su torpeza.
Ni caso, a palabras necias ni caso.