RELATOS DE CANARIAS: Estudios y Servicio Militar, 1970.

Colegio La Salle, Arucas, Gran Canaria

Agustín Santana, 16.01.2024

1.- LA EDUCACION

A principios de los sesenta yo estudiaba en la Academia Nuez Aguilar de la calle Hernán Pérez. Era una casa antigua, con varias habitaciones donde estaban las clases, al final un pequeño patio y una pequeña cocina. Si fallabas muchas veces el profesor te llevaba a esa cocina y con un palo te daba en la palma de la mano con mayor o menor fuerza dependiendo de los errores.

En mi clase había un banco que iba por la pared de un lado a otro, y nos sentábamos en esa fila empezando por el mejor y terminando por el último, el más malo. A medida que el profesor iba haciendo preguntas de dos en dos nos movíamos de puesto hacía el número uno o hacía el último dependiendo de los aciertos.

En las clases había niños de diferentes edades, porque los que no aprobaban no pasaban de clase y se convertían en repetidores mayores que los que llegaban. En una ocasión tuve que pasar de asiento a una prima mía, uno o dos años mayor que yo, y recuerdo sentirme muy mal, no quería pasar el asiento y dejarla detrás de mí.

En 1965 los dueños de la Academia inauguraron un Colegio en la calle Reyes Católicos, al que llamaron San Agustín, en otra casa antigua pero mucho mejor acondicionada. Se quedaban arriba los de primarias y los cursos de Bachillerato Elemental pasarían a este nuevo.

Ese año pasó solo mi clase, y yo estuve solo ese curso porque el Bachillerato Superior se estudiaba en el Instituto Pérez Galdós de la calle Tomás Morales. Ya vivíamos en la casa de Tomás Morales, en la esquina con Obispo Rabadán, por lo que vivíamos justo en frente.

En el Instituto Pérez Galdós estudié quinto, sexto y reválida y los exámenes de Pre Universitario se hacían en la Universidad de La Laguna, la única en aquellos años en Canarias.

Así que varios compañeros nos fuimos en barco a Santa Cruz de la Laguna, a una pensión, unos días antes del examen. La pensión estaba en una de las calles que baja hacia la calla La Marina cerca del Kiosko de la Plaza de España. Una casa muy antigua, en un barrio muy céntrico, donde se hacía un poco difícil estudiar. El día del examen nos presentamos en el Edificio Central de la Universidad de La Laguna y al día siguiente vuelta a casa.

Mi hermano Santiago, el mayor, estaba ilusionado con que yo estudiara Ingeniería Aeronáutica, así que al año siguiente, 1968, comencé el primer curso en la Escuela de Ingenieros en el Edificio del Obelisco, al lado de casa otra vez. Era también el primer año de ingeniería en Las Palmas, perteneciente a la Universidad Politécnica adscrita a la Universidad de La Laguna.  Los profesores tenían sus trabajos particulares y acudían a dar las clases a las horas correspondientes.

Fue un curso muy difícil para todos los que estudiábamos allí, La Universidad de Las Palmas se creó mucho más tarde en 1989. Por primera vez en los estudios el curso no me iba bien, quizás también porque me inclinaba mucho más por la Empresa que por la Ingeniería, y decidí dejar ese curso. Fue una buena decisión porque la empresa era mucho más para mí que la ingeniería.

Gran Canaria, con una población tan importante como la isla de Tenerife, estaba hasta estos años sin Universidad, tenías que ir a La Laguna o a la Península, y hasta hace pocos años antes sin si quiera Institutos de Enseñanza Media o Superior. Para conseguir la Universidad en Gran Canaria tuvimos que hacer la mayor manifestación que se ha hecho históricamente en nuestra isla. Esa fue la única manifestación a la que he acudido.

Es cierto el poder de Tenerife contra Gran Canaria siempre que tuvo la oportunidad de ejercerlo. Aconsejo el libro “Santa Cruz dominadora” de Agustín Millares Cantero.

Afortunadamente el pleito insular ya no existe como antes y las fuerzas están más equlibradas.

2.- EL SERVICIO MILITAR

Y llegó el Servicio Militar, el Cuartel como decíamos, y en 1971 me presenté en el Regimiento de Infantería de la Isleta para que nos enviaran a Hoya Fría, en Santa Cruz de Tenerife, donde haría los tres meses de Instrucción.

En esos tres meses solo podías salir el sábado o el domingo y si tenías un familiar donde quedarte a dormir te daban lo que llamaban un “Pase Per Nocta” y podías estar fuera desde el viernes por la tarde hasta el domingo por la noche que regresabas.

Los fines de semana los aprovechaba en casa de mi tía Isabel para darme grandes duchas, descansar y pasear.

En Hoya Fría se habían construido algunos pabellones pero todavía quedaba muchas casetas, como las de indios, muy bien montadas, con literas todo alrededor y en el centro, donde suben los palos para sostener a arriba las grandes lonas había unos huecos, con madera rodeando ese palo, donde poníamos de pie los CETME.

Cuando terminaba el período de instrucción te informaban del destino, que podía ser en alguna de las islas o en el Aaiún, donde decían que a los que les enviaban a hacer vigilancias al desierto lo pasaban muy mal, y era el temor de todos.

Me destinaron al Regimiento Infantería Canarias 50, en la Isleta. Me tocó la Compañía número ocho, llegamos de noche y nos asignaron cama a cada uno. Por las noches tocaban el toque Retreta y todos a dormir, y por la mañana te despertaban con la Trompeta y el toque Diana creo recordar.

Al día siguiente nos pusieron a todos los novatos sentados en el suelo a la entrada de la Compañía donde estaba también la entrada a la pequeña oficina. Cada movimiento era un pequeño susto, porque se decía que algunos sargentos eran muy duros. Los chicos menos preparados, sobre todo los que venían de pueblos pequeños lo pasaban realmente mal.

Salió de la oficina un Brigada y gritó: ¡A ver, quién sabe escribir a máquina!. El único que se levantó fui yo, tenía bastante experiencia de trabajar en las oficinas de la empresa de mi padre. ¡Pase a la oficina, los demás sigan con el sargento!

Ser Escribiente era un buen destino porque hacías trabajos de oficina y el Brigada me blindaba para que no hiciera Guardias. Creo que hice una o dos guardias solamente. Hacíamos todos los comunicados de la Compañía, los informes del Brigada, le ayudábamos con los estadillos de gastos, los turnos de guardia y de pase per nocta.

Así que los soldados compañeros estaban siempre detrás de nosotros (éramos dos escribientes), sobre todo para que le pusiéramos el pase en el fin de semana y poder ir a su casa un par de días.

En la compañía había un sargento, de los que llamábamos chusquero, y le apodábamos el Sargento Galleta, porque daba clases a los novatos de los símbolos y signos militares. Recuerdo que desde la oficina un día escuché que le preguntaba a uno de los compañeros cuántas estrellas tenía un capitán, y al equivocarse le dio un cachetón.

Aquello me recordó a la cocina de la Academia Nuez Aguilar y el palo de los profesores para dar golpes con la mano tendida. Había de todo, en la Academia había un profesor que daba miedo porque era el que más fuerte pegaba, y en el cuartel estaba este sargento que era el peor, los demás eran bastante más suaves.

Había momentos duros y otros divertidos. Recuerdo que la Compañía se iba de instrucción a Fuerteventura y nos preguntábamos si el Brigada y los Escribientes también iríamos. Sí que fuimos, y nos pusieron en un coche, en la retaguardia, para controlar la organización del abastecimiento.

Uno de los días, que hacía mucho calor, teníamos que ir a controlar los petates. Mientras la compañía iba al frente de batalla de pruebas se quedaban todos los petates amontonados en un lugar desierto al mando de un cabo y dos soldados.

Llegamos con el coche y el Brigada, que era muy simpático, nos dijo que fuéramos despacito porque ¡verán que esos cabrones están durmiendo entre las sombras de las mochilas!

Efectivamente, cuando llegamos los tres estaban entre bolsos durmiendo como lirones. Aparcamos un poco lejos, el Brigada nos dijo que nos acercáramos despacio y cuando llegáramos, a su aviso, nos tirábamos los tres encima de los dormilones.

El susto que se llevaron fue morrocotudo. Se levantaron gritando de miedo como si hubiesen visto al diablo. Ese fue el castigo que les puso el Brigada, ahí se quedó todo.

Dieciséis meses después me dieron “la blanca”, que así le llamábamos a la Cartilla de Reserva que contenía un informe que en casi todo el cuestionario ponía “Se le supone”. Lo malo era tener alguna nota negativa que pudiese condicionarte después.

 

Muchos avances buenos hemos tenido a lo largo de estos años hasta llegar a 2024. Pero tenemos que aprender de todos aquellos errores tremendos que se cometían condicionados por una época de poca formación y poca cultura.

La calidad de la Enseñanza, de la Educación, sigue siendo un lastre tremendo para conseguir una Canarias mucho mejor que la que tenemos, donde los canarios controlemos los mejores puestos de trabajo y las grandes decisiones para nuestra tierra. Todo sigue condicionado por la falta de conocimiento de nuestra gente. Seguiremos luchando para mejorar.

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