NESTOR DORESTE. «El Canario, su vida»

Esta división interna y otra serie de problemas comunes sin resolver, hacen que la búsqueda de nuestra verdadera identidad sea un problema clave para nuestra verdadera toma de conciencia como pueblo.

Hay que trabajar para el progreso al mismo tiempo que Canarias se siga distinguiendo con su propia identidad.

 Néstor Doreste Padilla, 12.10.2024

EL CANARIO, SU VIDA

La vida del canario se desarrolla dentro de un marco determinado por nuestro pasado, el cual hemos asimilado incluso de forma involuntaria, que sin duda ha influido bastante en lo que somos como pueblo y que, sin quererlo, ha tenido que ver para que nuestra realidad sea casi una desconocida por el resto del país.

Que desaparezca este «ninquneo» debe constituir uno de los objetivos de nuestro grupo. La sociedad canaria necesita que alguien le haga comprender que nuestra realidad es compatible con el resto de la cultura europea, convirtiéndose este logro en una baza importante a tener en cuenta. Por ello, la difusión constante de nuestra cultura tiene que ser una obligación.

Nuestra lejanía con respecto al continente europeo, a pesar del avanzado mundo de las comunicaciones, ha impedido participar del todo a una buena parte de la población canaria en la expansión, como ocurre en otras sociedades continentales, de un desarrollo cultural y social similar al de estas y, todo ello, como consecuencia de disponer de inferiores posibilidades debido, repetimos, a esa lejanía.

Dicen los expertos que hay dos elementos objetivos de la identidad canaria, los diferenciadores (historia, cultura, geografía, lengua y raza) y los psicológicos (el entorno y la conciencia de lo canario) y es absolutamente necesario que nuestra mente capte y asimile estos últimos para poder ser conscientes de poseer una identidad canaria.

La canariedad será latente si somos capaces de emocionarnos y dejar que un sentimiento de empatía hacia nuestros antepasados indígenas haga que nuestra conciencia histórica se convierta en la cimentación de nuestra identidad.

Siempre debemos tener conciencia del pasado, el cual existió. La raza permanece, aunque hoy predomine el mestizaje. El pueblo aborigen fue desintegrado pero la permanencia de nuestra raza está guardada en el inconsciente de cada uno de nosotros. Si somos capaces de reconocer esto tendremos conciencia de pueblo Y, por lo tanto, de poseer y asimilar nuestra identidad canaria.

Para hacernos entender los canarios, lo que tenemos que empezar a hacer para que nuestro progreso sea integral y de todos, a la vez que nuestra conciencia de identidad sea cada vez más clara, menos neblinada y más segura de sí misma, es equilibrar el verdadero progreso con una conciencia de identidad abierta.

Hay que hacer un análisis a fondo de cuál es nuestra identidad para poder encontrar un concepto claro de lo que somos y a qué aspecto de esa identidad debemos prestarle más atención para poder adoptar la política más adecuada conforme a nuestra realidad.

A Canarias se le incluye como una más en el conjunto de las regiones españolas, cuando nuestro hecho diferencial respecto al resto de las mismas es mucho más acusado. Cuando se redactó la Constitución en el año 1.978 a Canarias se le dejó fuera de las que se identificaron como históricas y se perdió la oportunidad de gozar de los derechos fiscales y polítícos que nos correspondían pues, desde el siglo XIX, éramos la única región que gozaba de una autonomía real, gracias a Bravo Murillo, con la Libertad Comercial, 105 Puertos Francos y los Cabildos, eje político de nuestras islas, de tal forma que se ha producido una gran paradoja creando la Autonomía Canaria, cuando se eliminó la única que ya existía.

Esto ha creado una peligrosa situación en nuestra tierra al hacerse absolutamente necesaria una dependencia casi total de la política de subvenciones, lo cual conlleva una gran inseguridad al ser siempre discutidas, sobre todo cuando existe una sola fuente de ingresos, que es el turismo. Ha tenido que ser Europa quien reconozca nuestro hecho diferencial al incluir a Canarias dentro de las regiones ultraperiféricas.

Esa realidad estructural que nos hace totalmente diferentes al resto de las regiones españolas, acrecentada por nuestras condiciones físicas, geográficas, climáticas, ecológicas y geológicas que marcan lo que podemos ser y somos.

Hay aspectos de nuestra historia que han condicionado y condicionan nuestra realidad actual, de la que no puede apartarse la íntima relación con la América Hispana, la cual ha marcado claramente muchos aspectos de nuestro colectivo, partiendo de una simpatía mutua y un intercambio de elementos culturales, no sólo del idioma sino, también, del folclore, de las costumbres, de la gastronomía y de la arquitectura.

La antigua economía de nuestra tierra, que carecía de agua, energía y materia prima, se basó en exportar e importar, lo cual generó dos sectores fundamentales como son el agrario y el comercial, lo que unido a la imposibilidad de un desarrollo industrial adecuado, hizo que se haya ido a remolque de la historia y de sus crisis históricas.

Por ello, la inclusión de Canarias en el rasero común dentro del Estado de las Autonomías, con un olvido absoluto de nuestra historia, singularidad geográfica y necesidades, ha hecho que se pongan en peligro nuestras peculiaridades como pueblo.

Nuestros gobernantes, ocupados en todo momento en conservar el complicado y difícil equilibrio necesario dentro de nuestro territorio, han permitido involuntariamente que hoy no se tenga una idea muy clara de lo que somos y hacía donde vamos en el terreno de la identidad, de las tradiciones y de la cultura canaria.

Una región peninsular forma un continuo físico que se forma por la unión de provincias y que ha sido creada por razones administrativas. En cambio, nuestro archipiélago, formado por ocho islas habitadas y, por lo tanto, aisladas, es decir, tiene cada una un límite preciso, que es el mar, es un territorio fraccionado.

El canario cuando viaja a otra isla siente la sensación de «salir». Tiene que dejar su ambiente cotidiano y tiene que romper su vida normal, pues su actividad normal se lleva a cabo dentro del recinto de su isla y esto crea en él un sentimiento vivencial muy fuerte y se ha producido la exacerbación del sentimiento insular en detrimento del regional, lo que lastra el desarrollo político, social e integral del archipiélago como una unidad.

Las diferencias físicas de nuestras islas en su orografía, geológica, clima, historia económica y social, desarrollos dispares y medianías y cumbres de vocaciones productivas distintas, han hecho que existan intereses distintos en ellas y, mientras, el pueblo llano, no ha contado tradicionalmente para nada en la gestión de sus factores de producción.

Esta división interna y otra serie de problemas comunes sin resolver, hacen que la búsqueda de nuestra verdadera identidad sea un problema clave para nuestra verdadera toma de conciencia como pueblo. Este sentimiento hace que Canarias, como entidad, no se siente como una realidad fundamental.

La única solución está en acometer el problema con una actitud unitaria, tratándolo de forma global a nivel archipielágico y sin disgregaciones, según los intereses distintos de cada isla. Ya es suficiente con el casi desconocimiento de nuestros problemas desde el Gobierno Central en el que, a pesar de todo lo que se diga y se publique, la mayoría de sus componentes no conocen a fondo nuestras peculiaridades y necesidades. De ahí el «ninguneo» a que se ve sometido nuestra comunidad e, incluso, por los Medios de Comunicación estatales.

Uno de los problemas que ha causado esa falta de toma de conciencia de los que es nuestra identidad, ha sido el no haberse introducido contenidos canarios en la enseñanza primaria en todos los colegios e institutos de las islas.

Por otro lado, la actuación de nuestros representantes políticos se caracteriza por representar intereses diferentes, según el que actúa, porque se carece de unidad política, que es la nota más negativa que nos identifica como comunidad. No existe claridad a la hora de definir una política sobre nuestro porvenir.

Todo ello tiene parte de su origen en que no somos una comunidad histórica según el Estado Español y, por ello, no hemos adquirido una conciencia colectiva de ser algo coherente y concreto, aspecto éste que debe ser el primero de los objetivos que hemos de lograr.

Nuestra orografía, nuestro clima, nuestro alejamiento y la fragmentación física de nuestro territorio, crean unas condiciones totalmente dispares a los de la Península Ibérica.

Nuestra vida cotidiana, marcada por la casi carencia de estaciones, con una presencia constante del mar en nuestro entorno, con la posibilidad de vivir al aire libre a lo largo del año, sin materias primas, con la sensación de aislamiento que marca nuestra realidad fragmentada, con una dependencia total de las comunicaciones y sin casi tierra agrícola, nos crean una forma de vida distinta al resto de España que nos obliga a tener que disponer de un planteamiento económico y político distinto al que es válido en la Península.

Ese «ninquneo» del que hablamos no es algo que surja en contra de Canarias, es algo que surge como fruto de un desconocimiento de nuestra realidad, nuestro hecho diferencial, que provoca un tratamiento manifiestamente injusto hacia Canarias porque se lleva a cabo en función de las mismas coordenadas que se aplican en otras regiones peninsulares.

Nuestra tierra es un territorio de puertas abiertas, profundamente liberal, no xenófobo ni racista y con un sentido sociológico de la libertad cotidiana mucho mayor que el que tienen los habitantes de la Península. Eso es lo que somos como pueblo sin que exista por ello ningún tipo de incompatibilidad ni con el resto de España ni con su cultura.

Pero, subconscientemente, la realidad es que Canarias casi no existe para la mayoría de los habitantes de la Península. No se tiene en cuenta nuestras peculiaridades al tratarse sus problemas igual que al resto de las regiones españolas.

Aunque nuestra población aborigen era de origen bereber, aquí lo que ha habido es un mestizaje total de muchos países. Por ello, quienes nos visitan se integran fácilmente sin mayores problemas, creando ese espíritu liberal sin racismos ni xenofobias, como característica histórica de la cultura cotidiana de nuestras islas, ahora incrementado con ese turismo de masas que genera nuevos residentes permanentes.

Canarias es una tierra noble que siempre ha estado abierta al intercambio intercultural.

No se podía dejar ese trabajo sólo en mano de la administración y de los gobiernos porque eso produciría un grave deterioro de la identidad cultural. Este es un concepto tan íntimo de cada pueblo que la sociedad no puede estar al margen.

Otro objetivo, que hoy supone una obligación importante es como conectar el progreso integral de Canarias y el avance en todos los niveles de la vida, con el respeto y el fomento de los signos de identidad.

No se trata de ser tan identitarios que no nos preocupemos del progreso, ni tan desarrollados que perdamos de vista los valores más espirituales de la sociedad. No hay que agarrarse a un solo polo. Hay que trabajar para el progreso al mismo tiempo que Canarias se siga distinguiendo con su propia identidad.

Todo ello porque en Canarias, desde hace 75 años, el progreso no ha sido progreso ha sido no un desarrollismo economicista que se ha tragado los símbolos físicos, territoriales y culturales.

La tierra donde nacemos, donde somos educados y donde vivimos, nos impone una particular forma de ser, única e irrepetible, que nos distingue de los otros hermanos de la humanidad, nacidos y educados en otras tierras.

Ojalá seamos capaces de animarnos todos a renovar y a recordar siempre quiénes somos sin olvidar nunca que debemos vivir y divulgar nuestra cultura, la cultura de nuestro pueblo, que ha sido heredada de nuestros antepasadfos.

Cultura significa el modo de ser, la forma de enfocar la vida, la manera de relacionarse y el modo específico de expresar sentimientos. Debe ser el vehículo ideal para hacerlo.

Defender todo aquello que tenga que ver con nuestra cultura canaria y con nuestra consciencia de pertenencia al pueblo canario, como pueblo distinto de los otros pueblos, debe ser, hoy más que nunca, el gran objetivo de la sociedad porque se están perdiendo demasiados valores de nuestra cultura.

Partiendo de las metas nobles que tiene nuestra forma de ser debemos tomar como una obligación, que nos haga disfrutar, el favorecer su crecimiento y acción social a favor de nuestra Tierra Canaria y nuestro esfuerzo, cariño, elegancia del alma y eficacia son necesarios para lograrlo.

Tener conciencia de identidad es la base primordial de una estructura personal sólida. Construir una sociedad que sólo persiga el desarrollo económico es crear una sociedad desequilibrada y mal articulada y es totalmente necesario tener una conciencia suficientemente clara de nosotros mismos. La conciencia de ser canario se realiza cuando el pueblo acoge y capta aquello que lo diferencia y lo identifica.

Para el hombre culto todo tiene un significado, ya que piensa y después define, y la cultura, que tiene sus raíces en los orígenes de los pueblos y en su historia, pone su sello particular en los valores y en los símbolos de dicho pueblo.

A través de la cultura nos adaptamos, cambiamos y mejoramos nuestro presente y nuestro futuro desde las raíces del pasado y la evolución histórica y, concretamente, Canarias ha conformado y desarrollado su historia con sus raíces primitivas.

La identidad canaria es un conjunto de elementos peculiares de nuestra realidad que nos aportan un propio modo de ser y de sentir, tales como son la geografía, la historia, la raza, la cultura, el entorno, y la lengua y la canariedad consciente es la captación lúcida por el pueblo de esos elementos que los diferencia de otros pueblos.

No existe identidad canaria si no se es consciente de que existen esos elementos identificadores, los cuales, al ser captados por la conciencia, mueven el sentimiento empático y vivencial de canariedad.

La Administración está obligada a encontrar la colaboración urgente y necesaria entre las instituciones y la sociedad canarias para lograr un desarrollo adecuado de nuestra cultura y su transmisión a los ciudadanos.

También debe procurar que se haga, entre todas las actividades que acomete a lo largo del año: 1) hincapié en la búsqueda de un equilibrio entre progreso e identidad canaria, 2) que el desarrollo cultural, social y científico sean complementos del necesario desarrollo económico, 3) que el Medio Ambiente sea el gran activo de nuestra economía, 4) que se potencie la actividad agrícola y ganadera, 5) que se preste una seria atención a la Formación Profesional, 6) que las energías alternativas, limpias y sostenibles constituyan una base fundamental de nuestro progreso, 7) que nuestro patrimonio, que ha sido atesorado a lo largo de la historia, sea un bien a preservar, 8) que se incluyan contenidos canarios en todos los aspectos y niveles educativos de Canarias, 9) que se incremente el esfuerzo inversor en el sistema educativo y 10) que los Medios de Comunicación ayuden a incrementar el desarrollo identitario y cultural de Canarias, como un auténtico servicio público a la sociedad canaria.

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