Gabriel Samper se fue hace muchos años, pero quedó para siempre en mi corazón. Como Vicente Negrín, en aquella primera época, y tantos otros después.
Agustín Santana, 15.08 2023
Cuando llegas a los setenta años tienes momentos en los que repasas tu vida, sin nostalgia pero sí con esperanza. La esperanza es un valor fundamental en las últimas etapas de tu vida porque siempre encuentra el camino, te mantiene vivo, te agranda el corazón.
Cuando pienso en que Rudi pudo quedarse en silla de ruedas por su accidente de bicicleta, hace unos cinco años, y ahora es capaz de subir a Tejeda desde Maspalomas y hacerse cien kilómetros peladeando, te dices a tí mismo que no puedes fallarle a tu esperanza. Ni tampoco a la esperanza de los demás. No pensado, pero seguramente tampoco por casualidad, la foto que encabeza esta reflexión empieza con Gabriel Samper y Vicente Negrín y termina con Rudi.
Este domingo pasado suena mi teléfono, con una llamada video de whatsapp, y cuando lo abro me encuentro al otro lado de la cámara con Vicente Negrín, despues de muchos años sin vernos presencialmente, encuentro su sonrisa de siempre por sorpresa y con el agrado de ver a una persona que quieres.
En febrero de 1973, por la insistencia de mi novia de siempre, empecé a trabajar en H.W. Hintz, aquella empresa que representaba en Canarias a Olympia y a otras muchas marcas de primer nivel. Y allí me encontré con Gabriel Samper, Vicente Negrín y Emilio Rodríguez en el departamento de ventas, en pequeñas mesas con un teléfono y un fichero que contenía los contactos y direcciones de los clientes.
Eran tiempos donde la venta se bazaba en tus habilidades, en tus lecturas de la técnica de venta y en el trabajo duro y constante que significa ganar clientes y mantenerlos. La formación fue un capítulo que llegó algunos años más tarde, cuando ya tenía más responsabilidades y conocí a mi buen amigo Andrés Merlino.
Aquél era un equipo de ventas fantástico, único, donde aprendí muchísimo de ellos tres, y donde se quedó para siempre el cariño real de la amistad, el que no está mediatizado por intereses del poder o del dinero. Y comíamos en casa de Vicente, en Tafira, donde nos ponía a Gabriel y a mí sentados en el suelo, a preparar el pan tumaca, frotando fuerte el tomate contra un buen pan que luego Vicente terminaba con el aceite y la sal. Y poco después cada uno tomó un camino diferente. Despues de muchos años tuve la fortuna de contar con Vicente de nuevo en la empresa, en una etapa de unos años en Tenerife, y luego de nuevo se fue para perderle la pista durante mucho tiempo.
Con Gabriel siguió un contacto de amistad profundo, con algún viaje de las dos familias a Tenerife y con vacaciones de verano juntos en el sur de Gran Canaria, en Rocas Rojas, donde disfrutábamos de nuestra amistad y cariño. Luego llegó el tiempo de la enfermedad de Gabriel y su pronta partida final que me dejó un hueco frío que nunca pudo llenarse.
Mi suegro, Mastro Jacinto, un artísta de la madera noble, diseñó y fabricó camas, armarios, cofres, figuras, y siempre con tea o similar. A mí me tocó un Escritorio, con espacio secreto incluido, y en el fondo de la parte central tengo una foto de Gabriel que es lo primero que se ve cuando se abre la puerta que se queda, una vez abierta, como mesa de escritura.
Foto de Gabriel Samper y Cofre de Mastro Jacinto.
Agustín, qué honrado me siento de servirte de ejemplo de esperanza. De hecho, ¡la esperanza está viva! Pero me siento aún más honrado de haber conocido a una persona como tú. ¡Su sencillez, su lucha contra la injusticia, su hospitalidad, su rico conocimiento y tantas otras cualidades positivas! Siento no haberte conocido lo suficiente, pero espero que rectifiquemos esto en el futuro. Tenemos una cosa en común: somos felices cuando podemos hacer felices a los demás.
Rudi, siempre me alegra de saber de tí. Uno de los mejores regalos que he tenido en los últimos años ha sido conocerte, y sobre todo en los últimos meses conocernos algo mejor en el viaje a Lanzarote. Disfruté mucho en ese viaje, porque Lanzarote es uno de mis lugares preferidos, y darte a conocer los rincones de César Manrique y verte feliz con los descubrimientos fue todo un placer. Siempre contigo.