Antes la pandilla era el centro de encuentro, en la calle, en el parque, y donde se aprendía todos los días algo nuevo. La pandilla te ayudaba a independizarte de tus padres, a descubrirte, a enfrentarte solo a las decisiones comunes.
Hoy la independencia la consiguen los niños en su habitación, con el móvil o la tablet. . Pero antes no era así, los niños jugábamos al pañuelo, al escondite, a piola, a hacer reir en un banco del parque, a jugar al fútbol, a escuchar música, a pasear......En las pandillas de verano se sigue haciendo, pero cuando llega la realidad del año todos nos entregamos a la inmediatez, a la influencia de las nuevas tecnologías, a las prisas para avanzar, en muchas ocasiones, hacia la nada.
Agustín Santana, 11.09.2023
En los años sesenta el sur de Gran Canaria estaba dedicado a las plantaciones de tomates, y el turismo iniciaba su andadura en la Playa de las Canteras en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.
Hoteles y Apartamentos rodeaban la playa desde la Puntilla hasta el otro extremo, y el centro de encuentro y de copas estaba en el Parque de Santa Catalina, famoso entre los turistas como Santa Catalina Park.
En esos años mi familia veraneaba los meses de julio y agosto en los Apartamentos Hierro, en la calle Hierro, donde mis padres cogían tres apartamentos. Nuestra casa estaba en la calle Tomás Morales, a la altura del Obelisco y justo enfrente del Instituto Pérez Galdós que se había inaugurado hacía unos pocos años. Se veraneaba a cinco kilómetros de tu casa, dentro de la propia ciudad.
Apartamentos Hierro, salida a la calla Hierro peatonal y la playa muy cerca.
Eran los años de las pandillas de amigos, donde los niños y jóvenes desarrollaban toda su vida fuera de las casas o de los colegios. En el año 1966 la Playa de las Canteras era muy familiar, donde muchos canarios pasaban sus vacaciones de verano y comenzaba a llegar el turismo de invierno con mayoría de suecos.
Se formaba un ambiente muy canario, de pueblo playero grande, con un turismo de verano de calidad, como los franceses, que le confería a las vacaciones un sabor muy particular.
Nuestros juegos estaban en torno al mar, corriendo toda la pandilla junta desde la arena, a la altura de la avenida, para tirarnos al mar contra las grandes olas que rompían en la orilla. O cogiendo olas desde dentro para que nos llevara a la orilla, con algún que otro revolcón, allá donde rompían con toda fuerza.
A la hora del mediodia corríamos al carrito de perritos calientes que habían popularizado un danés y un sueco que hacían las delicias de niños y mayores. Era tal la aceptación que en muchas ocasiones desistíamos por las largas colas que se formaban.
Por las noches paseábamos por la avenida, de un lado a otro, o nos sentábamos en la arena a contar historias y cuentos y fantasías de jóvenes, retirándonos a descansar hasta el día siguiente cuando ya las fuerzas no daban para más.
En ese año de 1966 llegó una familia de franceses que repitió sus vacaciones en nuestra Playa por varios años seguidos. Frank tenía nuestra edad, no recuerdo como entró en nuestra pandilla, pero se incorporó como uno más, y era un poco la atracción de todos por su español afrancesado que nos llamaba mucho la atención.
Nuestra pandilla en el verano tenía un nuevo miembro, pero solo por un mes al año, en julio o en agosto según decidiera su familia. Cuando se marchó nos prometimos encontrar al año siguiente en la playa. No había móviles, y los teléfonos se usaban para temas muy importantes, sabíamos que no podríamos contactar en todo el año, así que la posiblidad de vernos otra vez estaba en la ilusión de la juventud. Cuando se acercaban los meses de verano, en nuestro parquillo de reunión, nos preguntábamos si vendría Frank y cuándo llegaría.
El recuerdo de su forma de hablar, y de vestir, y de pensar, se convertía en motivo de charla a medida que se acercaba el mes de julio. ¡Igual sus padres deciden ir de vacaciones a otro sitio!…… la incertidumbre estaba siempre.
La alegría del reencuentro al año siguiente 1967 fue desbordante en toda la pandilla. Cuando nos levantábamos ya estábamos todos esperando que Frank llegara, que apareciera por alguna esquina. Se convirtió en uno más durante todo un mes y en una persona muy apreciada por todos. En la despedida ya nos dijo que no sabía si volvería al año siguiente, su familia podría estar pensando en otro destino para las vacaciones de 1968.
En el año 1968 Frank no vino y perdimos para siempre su pista. Durante varios años esperábamos su vuelta pero no se produjo nunca.
Cincuenta años después otras pandillas se divierten, no en la Playa de las Canteras, en el Sur de Gran Canaria.
Bungalow Campo de Golf, Maspalomas
Cincuenta años son muchos años y los protagonistas ahora son los nietos de aquellos jóvenes de la Playa de las Canteras y de los Apartamentos Hierro. Maspalomas es ahora donde se reúnen las pandillas actuales, cambiando la vieja playa por un complejo grande y bonito rodeado de jardines con palmeras y buganvillas.
La primera pandilla que formaron se llamó la Pandilla del Coro de la Escalera y sus personajes iban desde los cuatro hasta los ocho años, niños y niñas, primos todos, que cambiaban las olas por tirarse de cabeza en la piscina, y por contar cuentos en las hamacas con la luna vigilante.
Pero tenían un abuelo locuelo que por las mañanas, antes de la piscina, los concentraba en la escalera de entrada al complejo, en la parte más alta, uno al lado del otro, mientras desde la calle hacía de director de orquesta. Lo primero era calentar voces, así que ensayaban desde el do hasta el si, aunque el más pequeño a veces calentaba al revés.
Cada uno tenía un micrófono, que podía ser una botella pequeña de agua vacía, alguna hoja grande que se cogía por el camino, algún pequeño palo y había tambien quien disimulaba tener un micrófono con las manos. Era muy normal que, en medio de la canción, el más pequeño tirara escaleras abajo el micrófono, o que bajara las escaleras, abandonando la fila del coro, y tarareando otra canción distinta. La más grandes de las niñas, mostrando ya dotes artísticas, hablaba con las otras dos primas para elegir la canción.
Unos años después el nombre de la pandilla pasó a ser la Pandilla de las Alcantarillas. Se les ocurrió abrir una alcantarilla, detrás de la recepción, y el jefe del complejo que escuchaba ruidos pasó por allí y salieron todos corriendo a esconderse. Pero una de ellas se quedó atrás y se llevó el rapapolvo del jefe diciendo «yo no fui, yo no fui»…….
Y en este último año 2023 se formó la Pandilla del Plano, y lógicamente no por casualidad. Lo que si volvió de nuevo fue la ilusión de verse, un año después, como ocurría en los años sesenta con Frank. Los amigos que llegaban de Madrid preguntaban por los canarios, y éstos a su vez preguntaban a sus padres cuándo llegarían los amigos de Madrid. Y a su abuelo claro, aquel abuelo locuelo del coro de la escalera.
Y por fín se hizo realidad y se encontraron de nuevo. Los padres de Madrid eran arquitectos, así que para jugar al escondite se inventaron un plano del complejo, que dibujaban en un papel, seguramente con algunas coordenadas de ilusión y fantasía donde se podrían esconder sin ser cogidos.
Y la afición del madrileño por la técnica informática, la robótica y los inventos sin patentar inspiró al abuelo locuelo para dibujar la fantasía de robots con vida
Las pandillas de verano: esperanza, confianza, fantasía que ayudan a pasar el frío del invierno, a superarse en el aprendizaje y en el conocimiento, para que el año que viene, cuando llegue la primavera, se pueda tocar con las manos la ilusión de un nuevo encuentro.
A Hugo, Martina, Irene, Carla, Alvaro, a Blanca y a Miguel. Y a Leo, el próximo fichaje.