La construcción turística del Sur de Gran Canaria fué un gran atractivo en los años setenta y ochenta. Y, como en todo, algunos pillos se aprovecharon sin piedad de aquellos inicios sin control.
Agustín Santana 10.11.2023
A principio de los sesenta el Sur de Gran Canaria era un desierto ocupado con plantaciones de tomates, pero su destino comenzaba a forjarse alrededor de las playas de San Agustín, El Inglés y Maspalomas.
Tuvimos una enorme suerte de contar con uno de los grandes arquitectos, Manuel de la Peña, que ganó el Concurso Internacional Maspalomas Costa Canaria de 1961, comenzando en 1963 con el diseño y construcción del Restaurante La Rotonda, una joya arquitectónica que se encontró años después con la excavadora de la insensibilidad.
El arte y la sensibilidad de Manuel de la Peña dejó en Gran Canaria vedaderas obras de arte en construcción como el Real Club Náutico en Las Palmas, el Hotel Folías en San Agustín y muchos otros, pero el dinero fácil llamó también a empresarios con pocos escrúpulos que se aprovecharon, en el Sur de Gran Canaria, de la locura de inversión y el poco control que había en aquellos años ochenta.
El Campo Internacional de Maspalomas está lleno de construcciones ilegales, por el atrevimiento de algunos empresarios por un lado, y la no vigilancia del ayuntamiento para que se cumplieran las normas urbanas establecidas.
Uno de esos empresarios compró una parcela, construyó noventa bungalow con jardines y con la piscina, y se quedó con una pequeña parte de la parcela registrada a nombre de su empresa, donde construyó todos los elementos comunes necesarios para la vida de los bungalow:
La entrada al complejo, la recepción, los baños de la piscina, las oficinas, las dependencias necesarias para dar servicio al complejo, y lo más importante: el Aljibe del Agua y el Cuarto de Contadores. Todos los elementos comunes que exige la Ley de Propiedad Horizontal que se tiene que construir en los complejos turisticos (y también en los residenciales) los situó fuera de la parcela de los noventa bungalow y dentro de una parcela registrada a su nombre.
Además este empresario tenía una sola Licencia de Obra y un solo Presupuesto Económico por lo que se concluye que todas esas construcciones las pagaron los compradores de los bungalow, es decir, la Comunidad de Propietarios.
Es evidente que lo hizo a propósito para tener bajo su control a la comunidad de propietarios de los bungalow. Para completar el poder a favor de su empresa de negocio gestionaría la administración y la secretaría de la Comunidad de Propietarios desde su empresa de negocio turístico.
Durante treinta años ocultaron que los elementos comunes de la Comunidad de Propietarios, imprescindibles para su funcionamiento, incluyendo el agua y la luz, lo habían construído fuera de la Comunidad de Propietarios y en un terreno segregado registrado a su nombre.
En todo ese tiempo gestionaron esas cuentas, con más de cien mil euros todos los años, y llegando en los últimos años a ciento ochenta mil euros, con informes para los propietarios presentados en word y en excel. No llevaban una contabilidad separada de su negocio, con lo que no era un control transparente ni fiable.
Para controlar todo el complejo y sus dineros se valían de que la mayoría de los propietarios eran extranjeros, que venían a pasar temporadas de descanso o de vacaciones, que normalmente no acudían a las reuniones de las juntas de propietarios, y que se contentaban con poder disfrutar de sus bungalow pagando una cuota muy baja para su poder adquisitivo.
En aquellos años ochenta del dinero fácil en el sur de Gran Canaria, donde hemos indicado que el control oficial era muy escaso, aprovecharon también para construir, sin permiso de construcción legal, locales que le dieran algo más de beneficio para su empresa de negocio.
Y no solo que le dieran entradas de alquileres, sino además, no pagaban ni agua ni luz. En este caso se aprovechaban de que, como es preceptivo, en la Comunidad de Propietarios hay un solo contador, por lo que la Comunidad es la que paga el consumo de agua y de luz de todos sus locales.
Hace un par de años un grupo de propietarios investiga las cuentas y la situación legal de la Comunidad de Propietarios y presenta informes de toda esta situación anómala, abusiva y ilegal. Y la empresa turística, muy experimentada en estas prácticas abusivas, se protege con los votos de unos veinte y dos propietarios que le tienen cedido su bungalow en alquiler, y con otros propietarios que por motivos sentimentales les apoyan, y otro sector de propietarios que no quieren intervenir, diciendo que son neutrales.
Para concluir: podrán gestionar la Comunidad de Propietarios con propietarios afines, pero no podrán seguir usando el dinero de todos para gastos de su empresa, porque lo prohíbe la ley y porque esos propietarios la usarán cuando sea necesario. Sus locales tendrán que pagar el consumo que tengan de agua y de luz porque también se exigirá en la junta correspondiente.
Y el terreno registrado a su nombre, donde están los elementos comunes vitales para la Comunidad de Propietarios, no lo podrán usar para generar más beneficios para su empresa. Se exigirá que lo registren a nombre de la Comunidad como exige la Ley de Propiedad Horizontal.
Esperamos que este documento ayude a desvelar otros atropellos de algunos empresarios del sur de Gran Canaria, aquellos que se valieron de la impunidad de unos años donde el dinero volaba y el control no existía.