Bañistas de una playa de Gran Canaria socorren a 24 inmigrantes que llegaron en cayuco. !Qué ejemplo más hermoso»

Agustín Santana, 02.04.2025
Me envía mi hijo Pablo desde Linkedin este artículo de Enric Rivero Armengol sobre Abdou Diallo.
Se conmueve todo cuando lees ago así. Cuántas historias tan dramáticas hemos vivido en Las Palmas Acoge de tanta buena gente, que desafía a la muerte en esas barcazas, para buscar algo que enviarle a sus familia en Senegal, o en cualquier parte de Africa, para que no mueran de hambre.
¿Para cuándo un estudio y análisis completo de la inmigración que nos permita poner la economía en el tema, pero también la solidaridad, el corazón, un análisis que nos permita separar a los que vienen a delinquir de los que vienen a sobrevivir ofreciéndonos a cambio hacer el trabajo más duro que nadie quiere asumir en nuestra sociedad?
No será posible mientras sigan viendo la inmigración como un problema y no como un fenómeno imparable que necesitamos, incluso egoistamente. Ningún europeo quiere hacer los trabajos más duros y los inmigrantes vienen con el corazón abierto para hacerlo con todo el cariño del mundo con tal de poder salvar a sus familias.
Gracias Enric Rivero Armengol. Mil gracias.
Enric Rivero Armengol. “Os presento a Abdou Diallo”.
Le conocimos hace diez días, cuando pidió si le dejaban participar en el entreno del viernes en el equipo de fútbol del pueblo.
Al acabar preguntó si se podía duchar. “Por supuesto”, contestaron. Algo tan natural, ¿verdad?
Salieron de las instalaciones camino de casa:
“¿Dónde vives?”
“Aquí, en el pueblo”
Cuando llegaron a la altura de la farmacia se sentó en el banco de enfrente: “Me quedo aquí”.
Eran las nueve de la noche.
“¿Vives aquí?”
“Sí, vivo aquí”, dijo en un castellano que ha ido aprendiendo estos meses.
“¿A-aquí?” Repitieron los chavales, confundidos.
“Sí. Llevo 5 días aquí”.
Tratando de asimilarlo, se armaron de valor para lanzar la pregunta cuya respuesta les aterrorizaba oír:
“¿En este banco?”
Abdou llevaba a la intemperie cinco noches gélidas colmadas de niebla, si no ya lluvia.
“Me gusta mucho tu pueblo. Es muy bonito. Tiene campos para trabajar, es bonito. Yo sé electricidad y pintor, con mi padre trabajé en Senegal”.
A nuestros chavales les temblaban las piernas y el alma se les encogía por momentos: “Pero y tus padres ¿Dónde están?”
“En Senegal. Vine en cayuco en octubre a El Hierro. Ahora ya no soy menor, no puedo estar en centro de menores”.
Aterrorizados por algo inconcebible siguieron preguntando: “¿Estás solo?”
“No, ahora ya no. Sois mis primeros amigos, gracias”.
Nuestros hijos entraron en shock.
Con Abdou habían estado jugando y entrenando como con cualquier otro miembro que se incorpora al equipo. Creían que era uno más. Sin embargo, acababan de descubrir que Abdou era único.
Un cayuco acababa de atracarles en el corazón.
El impacto de entender, de golpe, el privilegio de estar en este lado del mundo y el abismo de oportunidades de que disponen para prosperar, comparado con la realidad de Abdou. Chavales criados en la comodidad y el confort de la vida que creen vivir por derecho natural, cual dinastía, y el miedo por ver que la pobreza más sublime estaba sentada a su lado en forma de alguien cuya sola diferencia era haber nacido en Senegal.
Abdou no tenía techo. Lo conseguimos arreglar por una semana. Acaba de enviarme un WhatsApp para darme las gracias y para pasarme este currículum.
Me temo que esta noche no tenga dónde dormir otra vez. Los servicios sociales están trabajando para encontrarle alojamiento con el handicap de que “es mayor de 18”; pero es un crío más que ama la vida, que le encanta aprender, que ha sonreído por primera vez en meses.
Y no, no queremos que vuelva a la casilla de salida.
Le he pedido que me pase su CV en formato digital. Interesa un trabajo en el Baix Llobregat para que pueda echar raíces junto a sus nuevos amigos.
Buscamos ayuda para que pueda empadronarse. Si es necesario le acogeremos en nuestras casas pero queremos una vida digna para Abdou.
Cuando oigo a políticos y su basura de mensaje xenófobo y pienso en Abdou, les callaba la boca; ni son personas, ni tienen alma, ni merecen la suerte de tener un techo, cama, comida y agua caliente.
Gracias por compartir.
Seguro que Abdou firmaría este manifiesto. Le apoyo.
¿Hay un trabajo para mí?. No me importa trabajar duro, aprender rápido, no faltar nunca, ser buena persona, esforzarme para hacer las cosas cada día mejor, hacer equipo con mis compañeros, tener una sonrisa siempre que salga de mi corazón. ¿Hay algún trabajo para mí?
Te deseamos mucha suerte Abdou.
