EL LOCO, EL CRIMINAL Y EL PSICÓPATA.

Los tres usan como arma principal de su estrategia la mentira, y según la psicología esta adicción altera el sentido de la realidad y provoca que poco a poco pierdan la capacidad de diferenciar lo que es real de lo que es falso.

Agustín Santana, 25.03.2025

La trama gira en torno a dos personajes trastornados antisociales y un asesino, inescrupuloso y corrupto político que, igual que los otros dos, hace lo que sea necesario para seguir en el poder. Aquellos dos mintiendo a todos y burlando la ley sin miramientos y este último persiguiendo a los que no le apoyan para seguir mandando, encarcelándolos, torturándolos y matándolos, sean niños, mujeres o ancianos.

El loco ha sido el último en llegar, estaba fuera del clan del poder porque estaba siendo juzgado por sus fechorías, la última enviar a su pandilla de desarraigados sociales a atacar a su oponente de la tribu contraria porque le había ganado las elecciones.

El psicópata lleva años manipulando a todo el mundo soportado por la mentira que le ha acompañado durante toda su vida y por la falacia que ha sido su leit motiv desde que empezó a mandar.

El criminal empezó de aprendiz del jefe y hoy le gana en maldad, superando todos los récords de corrupción de su mentor y exigiendo derechos humanos a otros mientras él usa la represión más cruel vista en los últimos tiempos.

Los tres usan como arma principal de su estrategia la mentira, y según la psicología esta adicción altera el sentido de la realidad y provoca que poco a poco pierdan la capacidad de diferenciar lo que es real de lo que es falso.

Esto se ha cumplido perfectamente en el caso del psicópata, y después de años en el poder sigue mintiendo y engañando con éxito a buena parte de sus seguidores que le siguen aplaudiendo y endiosando, pero empieza a cansar a los demás por su insistencia cansina y burlona.

En el caso del loco y del psicópata los pueblos que le apoyan se merecen tener a estos desvergonzados y desaprensivos guiando sus vidas, y les dejará en herencia efectos desastrosos tanto económicos como morales.

El criminal no se lo merece ningún pueblo, por muchos errores que haya cometido el mismo pueblo o parte de él. Los otros dos deben salir de sus puestos deshonrosamente y a ser posible pagando todos sus desatinos. El criminal debe ser sacado a la fuerza o nunca se irá.

Ningún pueblo merece tener a un criminal en un palacio.     

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