A mi tardío amigo. Admirado y querido amigo. A un canario de raza.
Agustín Santana, 13.03.2024
Un buen amigo escribió hace un par de meses que su canario se había escapado y estaba triste. Lo había visto en un árbol, solo, sin cantar.
Mirando al canario en el árbol escribió un whatsapp y se lo envió a su familia y a algunos amigos. Yo lo recibí y me emocioné, porque me había elegido a mí para contarme la tristeza del canario, y la suya misma, y la imposiblidad de que el canario volviese a su casa.
Nos contó que notaba al canario cansado, sin fuerzas para volar, triste, muy triste, y pensó que el motivo sería su encierro, su pequeña jaula, su falta de libertad.
Le dijo al canario que volase, que fuese de árbol en árbol, y que todos los días a las doce le iría a ver.
El canario se dedicó a vaciar su tristeza en sus vuelos, en sus cantos, en sus charlas con sus amigos. Cuando la tristeza le podía recibía el canto de los otros pájaros, de sus amigos, de un grupo que nunca le dejaría, y cuando se dio cuenta del cariño y de la amistad de su familia y amigos recuperó la esperanza.
Cogió fuerzas, llenó su corazón de todo el amor que había recibido de árbol en árbol, del acompañamiento en sus vuelos, y volvió a sentir que la vida es maravillosa, que lo más importante es la generosidad, la solidaridad, el compromiso.
El canario se dio cuenta de que una mano amiga hace milagros, pero sentir ese contacto todos los días, desde hace semanas que salió de su casa, hizo que revivieran en él otra vez lo positivo, la luz, la gracia, el sueño, la alegría, la ilusión.
Hace unos días mi amigo salió de su casa y en su paseo llegó al viejo árbol. El canario no estaba. Esperó un buen rato pero no apareció. Ahora el que estaba triste era él. ¡Se ha marchado, se marchó, se hizo amigo de otros canarios y se marchó!.
Mi amigo volvió a su casa y entró en la pequeña habitación donde estaba la jaula. La ventana estaba abierta y la jaula también. Pero el canario no estaba. Triste se fue a la cama. ¡Me ha abandonado!
Al día siguiente le despertó el canto de unos pájaros. Eran muchos, no había árboles cerca de su casa, ¿qué ocurre?. Se levantó y fue corriendo a la pequeña habitación.
No salía de su asombro. Su canario estaba piando en la puerta de su jaula abierta. La ventana estaba llena de canarios de todos los colores, unos posados en el marco, otros en los bastidores, y otros revoloteando alrededor del exterior de la ventana. Todos piaban, sonaba a un coro cantando a Beethoven, la Novena, La Libertad.
La alegría de vivir en este mundo maravilloso. Atónito vio que todos los pájaros se marchaban sin dejar de cantar, y su canario cantaba feliz como aquél último día de enero en que se marchó.
La ventana y la puerta de la jaula se quedó abierta para siempre.