CACEREÑEANDO. Por Juan de la Cruz Gutiérrez. Eh, tú, Emigrante.

Eh, tú, emigrante

El que pasa sus vacaciones en el pueblo, al que llega cada verano con ansias de huerta, de aperitivos, de parrafadas, en unos días volverá a hacer la maleta, camino de esos senderos migratorios donde andan sus hijos y nietos

 

JUAN DE LA CRUZ PERIODISTA

Periódico Regional Extremaño, domingo, 23 agosto 2020, 22:57

Mediados de agosto. Los pueblos extremeños, que tanto van desangrándose desde finales de los años cincuenta, en base a los grandes planes de industrialización, que se alzaban en áreas como el País Vasco, Madrid y Cataluña, fundamentalmente, acompañados del olvido y el castigo de la severidad y crudeza del campo, abrieron enormes, gigantescas riadas migratorias en Extremadura donde, mientras se iban construyendo pantanos, se largaban decenas de miles de jóvenes para alzar con sus brazos, esfuerzos y sudores otras tierras.

No era un hasta luego, sino un adiós al tiempo que por estos pagos extremeños, de tantas honduras, sabores riquezas y posibilidades sin explotar en toda su extensión, en diversas parcelas, acaso porque el oeste español siempre aparecía cubierto con nubes de lejanías e indiferencias de desmoronamiento.

Nadie con suficiente influencia, al parecer, vio la perspectiva del drama del envejecimiento, del aislamiento y del abandono, paulatino, de los pueblos y ciudades de Extremadura que fueron entrando por esos caminos de tanta aspereza como son los migratorios, a la vez que atrás iban quedando los municipios, poco a poco, en soledades y silencios clamorosos, desgarrándose en sus débiles estructuras, con el campo desbaratándose en los abandonos, perdiendo vida entre lamentos, padres sin hijos y abuelos sin nietos. ¡Qué dolor!

El volcán migratorio de Extremadura iba entrando en una erupción imparable.

Como estudioso de la emigración, conferenciante y escritor, he escuchado en cientos de ocasiones a extremeños diseminados en esas campas industriales que se marcharon porque el campo era durísimo y sin rentabilidad, el pueblo no ofrecía manifiestas alternativas y que en las ciudades de destino podrían ir prosperando y creando vida para sus hijos. Lo mismo que pensaban, entonces, los emigrantes que, con la jubilación, habrían de regresar al pueblo donde les nacieron y disfrutar para el resto de sus días de las esencias del campo, del sosiego, de los horizontes, de las familias, de los bares, de las charlas, y hasta del cultivo de una huerta sacando adelante lechugas, tomates, patatas, melones…

Con el tiempo el hábitat poblacional humano extremeño se desangraba por los cuatro costados, se desaprovechaban generaciones y la política de Estado pareciera haberse evaporado, si es que alguna vez hubo apoyo firme desde Madrid.

El retorno del emigrante de aquellas generaciones, que apostaban por la vuelta a las raíces, se confundían en los caminos familiares: porque los padres, hermanos, amigos y conocidos apenas si se encontraban por la amplia geografía extremeña, y sus hijos y nietos, segunda y tercera generación, ya habían adquirido tintes y arraigos en las ciudades que parecían, sin embargo, las nuevas Indias de aquellos años atrás.

Duele y escuece el clamor migratorio, como duele y escuece la caída vertiginosa de la vida de los pueblos extremeños.

Aún se escucha el latido de la recuperación de esa Extremadura rural con diferentes estructuras argumentales: energías renovables, aprovechamiento de las dehesas, iniciativas emprendedoras, turismo de múltiples variables… Hora es, pues, de apostar por esos planteamientos ante las demandas de las nuevas generaciones de jóvenes extremeños.

Pero la realidad es que los tiempos van cambiando tanto en sus dinámicas que la inmensa mayoría de municipios extremeños carecen de esas redes que puedan expansionar una repoblación en busca de aliento vital.

Los pueblos extremeños se desangran y se desgarran. Pregunte, sencillamente, a los alcaldes y a sus gentes, al paisanaje abierto y todo corazón, aunque, también, entre pesares, lágrimas, quejas…

Repasando informes, estudios, datos, la conclusión es que Extremadura continúa un ritmo crítico, mal que nos pese a todos, el mandarinato político quizás bastante tenga con la que está cayendo, y la que viene de camino, sin ánimo alguno de implantar mayor pesimismo que la actualidad que nos diseña la realidad desde las políticas de Gobierno, las dinámicas emprendedoras y el eco de la prensa, a la vez que los pueblos y campos que tanto marcaron la vida de nuestros despertares, continúan en un desmoronamiento manifiesto.

¿La culpa? No es tanto cuestión de culpables, con nombres y apellidos, que haberlos, haylos, sino de políticas estructurales que dinamicen las expectativas e inquietudes de los extremeños que diseñan sus planes de futuro.

Quedan lejos los años sesenta, setenta, ochenta… Evidente. Pero en aquellos años decían lo mismo algunos gerifaltes y Extremadura pedaleaba, cada vez, con una menor fuerza en estos campos económicos, industriales, laborales, empresariales, y aumentaba la velocidad por las vías migratorias. Coja el lector las estadísticas poblacionales. Tampoco hace falta más.

Aún se escucha por las campas extremeñas, impregnadas de hondura y riqueza en sus posibilidades, que no interesa descubrir, la voz que apunta:

– ¡Eh, tú, emigrante…!

Y el emigrante que pasa sus vacaciones en el pueblo, al que llega cada verano con ansias de huerta, de libertad, de aire, de partidas de tute, de chatos, de aperitivos, de parrafadas, de adioses, en unos días volverá a hacer la maleta, camino de esos senderos migratorios donde andan sus hijos y nietos, trasvasados en cuerpo y alma a tales lugares, mientras su pueblo, como todos, continúa abatiéndose por la senda de las complejidades para encontrar un futuro más de mantenimiento que de crecimiento.

 

Hey, you, emigrant


The one who spends his holidays in the village, to which he arrives every summer with a desire for an orchard, of snacks, of parrafadas, in a few days he will return to pack, on the way to those migratory trails where his children and grandchildren walk

JUAN DE LA CRUZPERIODISTA
Sunday, 23 August 2020, 22:57


Mid-August. The Extremaduran villages, that have been bleeding so long since the late 1950s, based on the great plans of industrialization, which were built in areas such as the Basque Country, Madrid and Catalonia, mainly, accompanied by oblivion and the punishment of the severity and rawness of the countryside, opened huge, gigantic migratory floods in Extremadura where, while building swamps, tens of thousands of young people were stretched out to raise their arms , efforts and sweats other lands.

It was not a long way, but a goodbye at the time that for these Payments of So many honduras, flavors riches and possibilities untapped in all its extension, in various plots, perhaps because the Spanish west always appeared covered with clouds of distantness and indifferences of crumbling.
No one with sufficient influence, it seems, saw the prospect of the drama of aging, isolation and abandonment, gradually, of the towns and cities of Extremadura that were entering through those roads of as much roughness as the migrants, while behind the municipalities were gradually leaving in solitude and clamorous silences, tearing themselves in their weak structures , with the countryside falling apart in abandonment, losing life among laments, parents without children and grandparents without grandchildren. What pain!
The migratory volcano of Extremadura was entering an unstoppable eruption.
As an emigration scholar, lecturer and writer, I have listened on hundreds of times to Extremadurans scattered in those industrial fields who left because the countryside was very tough and profitable, the people did not offer manifest alternatives and that in the destination cities they could prosper and create life for their children. The same thing they thought, then, the migrants who, with retirement, would have to return to the town where they were born and enjoy for the rest of their days the essences of the countryside, the quiet, the horizons, the families, the bars, the talks, and even the cultivation of an orchard bringing in lettuces, tomatoes, potatoes, melons…

Over time, the Extremaduran human population habitat bled down all four sides, generations were wasted and state policy seems to have evaporated, if ever there was firm support from Madrid.
The return of the emigrant of those generations, who were committed to the return to the roots, were confused in the family paths: because the parents, brothers, friends and acquaintances hardly if they were in the wide Extremaduran geography, and their children and grandchildren, second and third generation, had already acquired dyes and roots in the cities that seemed, however, the new Indies of those years ago.
It hurts and spits out the migratory cry, as it hurts and hides the dizzying fall of the life of the Extremaduran peoples.
You can still hear the heartbeat of the recovery of this rural Extremadura with different plot structures: renewable energies, use of pastures, entrepreneurial initiatives, tourism of multiple variables… Time is therefore to bet on these approaches to the demands of the new generations of young Extremadurans.
But the reality is that times are changing so much in their dynamics that the vast majority of Extremaduran municipalities lack these networks that can expand a repopulation in search of vital breath.
The Extremaduran villages are bleeding and tearing. Just ask the mayors and their people, the open and whole-hearted country, but also, between sorrows, tears, complaints…
Reviewing reports, studies, data, the conclusion is that Extremadura continues a critical pace, poorly despite us all, the political mandarin may have enough with which it is falling, and the one that is on the way, with no intention of implementing greater pessimism than the currentity that designs reality from government policies, entrepreneurial dynamics and the echo of the press , while the peoples and fields that so marked the life of our awakenings continue to be manifestly crumbling.
Guilt? It is not so much a matter of culprits, with first and last names, that there are, there are, but structural policies that dynamity the expectations and concerns of the Extremadurans who design their plans for the future.

The sixties, seventies, eighties are far away… Evident. But in those years some gerifaltes said the same and Extremadura pedaled, every time, with less force in these economic, industrial, labor, business fields, and increased speed through migratory routes. Take the reader population statistics. We don’t need any more either.
You can still hear from the Extremaduran campas, steeped in depth and wealth in its possibilities, which it is not interested in discovering, the voice that points out:
– Hey, you, emigrant…!
And the migrant who spends his holidays in the village, to which he arrives every summer with a desire for orchard, freedom, air, games of tute, of chats, of snacks, of parrafadas, of goodbyes, in a few days will return to pack, way of those migratory paths where his children and grandchildren walk, transferred in body and soul to such places , while its people, like all, continue to deject the path of complexities to find a future of maintenance rather than growth.

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