Ese país se ha convertido en el territorio de la mafia legal que está asombrando al mundo.
De la misma manera que los políticos españoles de 1978 realizaron una Transición Española ejemplar, pasando de una dictadura a una democracia con inteligencia y con una gran generosidad, en ese nuevo país un tal Don Pedro Corleone está consiguiendo hacer lo contrario con un cinismo, arrogancia y descaro realmente impresionante.
Don Pedro Corleone es el personaje más peligroso para las democracias europeas que existe actualmente.
Ayer se debatía en la Duma los decretos leyes que podían tumbar a un mafioso dirigente. Los de Puig Al Capone le habían advertido que no votarían a favor, para preparar más exigencias de última hora, que no tuviese más remedio que aceptar si quería seguir en el Palacio de los poderosos.
Convirtieron la Duma en la Mansión de Puig Al Capone en Florida en el año 1928. Mientras se debatían las nuevas leyes los Consiglieris Ministros corrían de un despacho a otro para reunirse con los Consiglieris de Puig. A lo largo del día fueron presentando sus exigencias, poco a poco, apretando en la garganta de Corleone, hasta que llegaba a sacar la lengua buscando aire que le salvara del ahogamiento.
El Cassetto del Boss advertía a todos que de no aprobarse sus leyes todos los parlamentarios serían cómplices de que todo se encareciese en Europa, las pensiones bajarían, la energía subiría, la pobreza más indignante llegaría a los más desfavorecidos. ¡Hay que aprobar todo para salvar a los más humildes de nuestra sociedad!
A medida que se acercaba la hora de la votación definitiva las caras de los Consiglieris eran un poema. Estaban a punto de perder su puesto de trabajo, su coche con chófer, sus grandes comidas pagadas, su nivel de vida de rico. Su peinada melena luciendo en los periódicos todos los días.
¡No podía pasar, antes que ser un trabajador más en el mundo laboral se acepta todo lo que pidan los de Puig!
La Cassetto de Puig advertía que hasta el último segundo votarían que no, porque a ellos solo les importa lo suyo, y nada más que lo suyo. Con cara de odio y mirada de sangre, salvaje y fría, seguía advirtiendo que o le daban todo lo que pedía o los echaba a todos a su casa.
Franquina vio que los suyos necesitaban tiempo para decirles que sí, que ustedes ganan, que les aceptamos todo, pero por favor, te lo ruego Cassetta guapa, ayúdanos. Y paró el debate con unos minutos de receso para que corrieran los Consiglieris a los despachos a suplicar que les dejaran seguir vendiendo el alcohol prohibido. Todos los demás esperaban expectante en sus sillones viendo como corrían uno tras otro de despacho en despacho.
El Cassetto del Boss apareció por el hemiciclo levantando el pulgar en señal de victoria y el resoplido de alivio de los 147 subyugados se escuchó desde la calle. Don Corleone sonreía con carcajada contenida.
Los que habían estado cediendo a los chantajes con babosería inusitada volvieron corriendo a sus puestos y Franquina empezó con la votación.
El estallido de júbilo cuando ganaron la votación fue espectacular. Aplausos y vítores al Boss, que con una sonrisita se volvía hacia todos los suyos aplaudiendo muy despacito.
La Cassetto de Puig salía, con la cabeza alta y su mirada superior, perdonando la vida a todos los que atónitos no se movían de sus sitios. No lo decía pero todos lo entendían: Esto es solo el principio. Les vamos a sacar hasta la sangre, hasta que queden de rodillas pidiendo agua.
Y Don Pedro Corleone se retiraba a su palacio. Seguiría mandando aunque tuviese que quitarles el agua y el pan a todos los de ese viejo país para dárselos a los ricos del país nuevo. Iré a saludar a Puig. Ya toca.