La clase política española actual nos ha convertido en el país del delirio, con una grave falta de consciencia de las consecuencias que tendrán para el futuro las decisiones de hoy. La malísima educación que están dando a nuestras últimas generaciones está favoreciendo la indiferencia ante lo que hagan o ante lo que le ocurra a los demás.
No pacta para erradicar una pobreza creciente que no entra dentro de sus prioridades.
Nuestra clase política actual no pacta para consensuar una educación en el conocimiento que permita desarrollar tu vida con un pensamiento propio, con una fuerte personalidad.
No pacta para una inversión en ciencia, en innovación, en investigación que permita a nuestros talentos incorporarse al trabajo en nuestro país y que no se vean abocados a entregar lo mejor de su vidad en otros lugares.
No pacta para consensuar acciones que den respuestas a las necesidades de los españoles actuales.
No pacta para potenciar las capacidades y bondades de nuestras regiones. El marisco y los vinos de Galicia, la sidra y los quesos asturianos, el cava y el fuet en Cataluña o el queso, el vino y las frutas de Canarias.
No pacta por potenciar un turismo de calidad donde podamos ofrecer cultura, gastronomia, excelencias, algo por lo que estamos clamando algunos en Canarias.
No pacta por eliminar miles de millones de gasto político supéfluo para invertirlos en sanidad, en educación, en investigación, en nuevas tecnologías, en dinamizar y apoyar nuevas empresas.
Se pacta por el poder y por el dinero. Te doy lo que necesites, a cambio de quitárselo a otros, para que tú me des lo que yo quiero. Todos los que pacten conmigo vivirán mejor, el resto de España que se las arregle.
Y el Presidente de España, hoy trece de octubre, parece que está dispuesto a hablar por teléfono con el fugado catalán. Ordeno a la justicia que te olvide, que te perdone a tí y a todos los que contigo atentaron contra nuestro país, y tú a cambio me das los votos que necesito para seguir siendo presidente. La condición es que no lo repitas en los próximos cuatro años de mi legislatura. Repítelo cuando yo no esté para que lo resuelva otro.
Parece ser que una buena parte de la sociedad española apoya esta aberración y todas las demás. La ideología de los partidos está por encima de la ética y de la moral, porque lo inmoral en nuestra clase política es que un militante de un partido se levante y diga «no estoy de acuerdo, no voto eso». Aunque no estés de acuerdo tienes que votar con el partido, que es más importante que la educación, la pobreza o el futuro de nuestro país. Y la primera idelogía de todas es la de los Valores Humanos.
Y la realidad de la economía escondida. En unos años estallará todo y los pobres serán mucho más pobres y serán muchos más. Los políticos no tendrán problemas económicos. De ahí su votación.
Y la Sociedad Civil Española en otras cosas.