CACEREÑEANDO, por Juan de la Cruz Gutíerrez. El palomarcico de la Montaña

Periódico Regional Extremeño, 26.11.2020. Juan de la Cruz.

A principios de los cincuenta del pasado siglo, hallándose en Melilla la monja Rosario del Espíritu Santo Lucas Burgos para alzar un convento, tuvo una revelación de la Virgen escuchando «Melilla, no, Sagrado Corazón de Jesús, sí». Las circunstancias la condujeron a Cáceres. Una visita al santuario de la Montaña, la explanada con la estatua hacia la ciudad, una charla con el Obispo alabando su llegada.

En 1951 alcanzaban el Santuario cuatro religiosas contemplativas, hábito y velo blanco, pertenecientes a la orden Hijas de la Iglesia, luego Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Inmaculada. Un lugar que denominarían palomarcico, sintiéndose los seres más dichosos, aunque todo escaseaba. Dificultades propias de los inicios: penuria de espacios, desvanes utilizados como celdas separadas por cortinas, techos de carrizos y vigas de madera, agua que acarreaban desde Fuente Concejo, menos la de beber, que llegaba de la finca La Palacina, grietas y rajas del suelo… Al otro lado de la clausura, meditaciones, oraciones, confección de ornamentos litúrgicos, una borriquilla para surtirse de provisiones en la capital, hasta que se arregló la carretera, la satisfacción de la clausura… Desde la capilla del Cristo de la Salud, armoniosos cánticos.

 

Con el levantamiento la Casa Diocesana de Ejercicios, la modernización y ampliación de las dependencias. Un enclave cuajado de cacereñismo.

Transcurre el tiempo… Tras 34 años, las monjas se marchan de Cáceres con pesar, ya que la fundación era muy querida como revelación que tuvo la fundadora. La portavoz de las Esclavas hoy añade que, después de los 70, «el mayordomo, el santero e incluso algún capellán, fueron deteriorando su situación hasta hacerse imposible su permanencia allí», que el mayordomo «las tenía como prisioneras», que «todo lo tenían que hacer con permiso suyo» y «que los gastos eran pagados por las religiosas». Además de los buenos recuerdos. En la identidad con la patrona, las bodas aumentaron en el santuario, y con la cafetería-restaurante, las monjas rezaban en otras estancias, porque los ruidos dificultaban la vida de silencio y soledad. Una página entre plegarias con unas monjas que llegaron al santuario cacereño y se marcharon. Cáceres siempre con su Patrona.

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