Un gran país en peligrosa decadencia.

Un sistema educativo que cambia cada cuatro años se convierte en la universidad de los estultos.

Agustín Santana, 20.10.2023

España en 1976 era una auténtica incógnita. A la muerte de un dictador que lleva cuarenta años en el poder se está abocado a que el heredero sea otro dictador. Y en esas estaba España con una ventaja: el Príncipe Juan Carlos se quedaba con las llaves, aunque sabía que en muchas de las habitaciones no había luz. El dictador murió dejando el poder algo más libre de lo normal en estos casos.

Afortunadamente los nuevos líderes que saltaban a la arena política, posiblemente propiciado por el delicado momento, por el miedo y por la responsabilidad eran personajes  de una gran cultura y una gran formación. Y con los partidos políticos consiguieron el prodigio de sentarse todos en una misma mesa, dejar de lado los intereses particulares y de partido, y gestionar y acordar los interes del futuro del país.

Y consiguieron el milagro: apartar a los fuertes grupos que querían que nada cambiara para continuar con el camino del mando y de la autoridad. El mundo se rendía de admiración de que España lograra un transición pacífica desembarcando en las democrácias modernas y comenzando el estado del bienestar.

Siguieron años de prosperidad y de bienestar y los grandes personajes desaparecían de la política dejando paso a una nueva clase política de muy baja calidad. «Mami, papi, soy ministra». La llegada a la política de José Luis Rodríguez Zapatero marcaría el «todo lo que sea para conseguir o seguir en el poder», hasta revivir al dictador y traer de nuevo a la sociedad la división entre bandos, la izquierda por un lado y los fascistas por otro.

Y llegaron ministros, sin formación ni experiencia, a gestionar cientos de millones de euros y a preparar, nada más y nada menos, que leyes del estado español. Ellos solos, sin contar con los expertos, fueron metiendo a España en un callejón del libertinaje político, donde el objetivo ha sido la implantación de su ideología en los colegios, en el poder legislativo, ejecutivo y judicial. 

Lo más importante, sin duda apoyarse en la estulticia, en la propia, en la de ellos mismos, y en la del gobierno, y hacerla llegar a la sociedad. Una sociedad de estultos, dirigida por estultos, es una sociedad manipulada fácilmente donde se puede normalizar todas las estulticias que nos ayuden a conservar el poder. En España nuna ha habido una sociedad civil fuerte, pero ahora materemos la poca que pueda quedar. La sociedad civil son ellos, los que mandan. Y la clase media económica también.

Zapatero fue un mal presidente para España, el peor de toda la democracia, pero lo peor estaba por venir. Pedro Sánchez le ha ganado por goleada. Es preocupante la división entre las dos Españas ,el mensaje falaz de «que vienen los fascistas», el apoyo a los nacionalistas catalanes y vascos que consiguen cada vez más privilegios, y que con dinero de todos los españoles viven cada día mejor, mientras preparan un apartheid a su medida del resto de los odiados españolitos.

Con todo y eso lo peor es la economía española, desactivando la economía de mercado libre y imponiendo unas bases cimentadas no en la relación entre los ciudadanos y el poder gubernamental, sino en el control absoluto de la productividad, en el crecimiento de la administración pública ya de por sí gigantesca, y alimentando a trabajadores dependientes y subvencionados que les apoyarán para seguir en el poder.

Están consiguiendo una España cada vez más pobre y subordinada, donde los valores políticos (Víctor M. Pérez Velasco, Valores políticos y conflicto en España) y las ideologías están por encima de la ética y de la moral, de la real distribución de la riqueza y del bienestar futuro de una población más idiotizada que pasa los estudios sin esfuerzo y sin aumento del conocimiento.

Y todavía más preocupante es que no hay una oposición política mejor,  toda la oposición es más de los mismo con otros ideales, pero con los mismos objetivos: el poder para mí y para los míos.

La clase política del «mami, papi, soy ministra» y la del estulto lenguaje inclusivo está llevando a España a la ruina. La desaparición del centro político y liberal nos pone a expensas de una nueva generación que salve a nuestro país de la de dependencia de la dependencia y de la pobreza.

La esperanza es que esa nueva generación llegue lo más pronto posible. La esperanza es que despierte la sociedad civil española, la real, la de los partidos políticos y los sindicatos pero también la de los trabajadores y de los empresarios, la de las organizaciones no gubernamentales, la de las fundaciones no dependientes de lo público, la de las empresas familiares, las organizaciones no políticas de los pueblos y de las ciudades, la de las universidades y la de los colegios profesionales, las entidades centenarias de perfil privado, las de la música y las del arte en general.

La esperanza no se pierde por dificil que nos lo ponga esta aburrida y estulta clase política. 

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