TOMAS MORALES CASTELLANO (1884-1921). Las Rosas de Hércules

Nació en la villa de Moya (Gran Canaria) el 10 de octubre de 1884. Es el máximo representante del movimiento modernista en Canarias y uno de los más significativos de la literatura hispánica.

Las rosas de Hércules es la obra más importante del poeta Tomás Morales (MoyaGran Canaria 1884– Las Palmas de Gran Canaria1921). Publicada en dos partes, en 1919 y 1922, es un claro exponente de la estética modernista tanto en lo que se refiere al contenido y la factura de los poemas que lo conforman, como al propio diseño de la publicación, realizado por el pintor simbolista Néstor Martín Fernández de la Torre.

Adentrándonos en el libro, y tras un clarificador Canto inaugural que sirve para contextualizar el propósito del autor, encontramos sus primeros recuerdos en suelo canario:

Cortijo de Pedrales, en lo alto de la sierra,
con sus paredes blancas y sus rojos tejados,
con el sol del otoño y el buen olor a tierra
húmeda, en el silencio de los campos regados. (…)

La música del agua, plañendo cristalina,
estos días de junio fluye más melancólica;
oculto entre unas piedras, en su flauta pristina,
un grillo silba una serenata bucólica.

Y con el viento vienen los más tenues aromas
que labora el milagro de los dulces rosales,
el viento que nos cuenta de las fragantes pomas,
y que ha dormido en medio de los verdes maizales…

Y algo que es como un sueño, que con el aire viene
a buscar nuestras almas. Que acaso es comprensivo
solo para nosotros, esta noche que tiene
la quietud oportuna que hace el recuerdo vivo…

También influido por el Simbolismo francés, Tomás Morales tiñe de un fuerte poder evocador su infancia, que le llega en el recuerdo con un tono elegíaco de paraíso perdido. Obsérvese la soberbia utilización de los colores para dotar de nostalgia el poema:

Tarde de oro en Otoño, cuando aún las nieblas densas
no han vertido en el viento su vaho taciturno,
y en que el sol escarlata, de púrpura el poniente,
donde el viejo Verano quema sus fuegos últimos.

Una campana tañe sobre la paz del llano,
y a nuestro lado pasan en un tropel confuso,
aunados al geórgico llorar de las esquilas,
los eternos rebaños de los ángeles puros.

Otoño, ensueños grises, hojas amarillentas,
árboles que nos muestran sus ramajes desnudos…
Solo los viejos álamos pensativos
sus cúpulas de plata sobre el azul profundo…

Yo quisiera que mi alma fuera como esta tarde,
y mi pensar se hiciera tan impalpable y mudo
como el humo azulado de algún hogar lejano,
que se cierne en la calma solemne del crepúsculo.

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