RELATOS DE CANARIAS 6. Parte 1. “Recuerdos, 1955-1964”
Agustín Santana, 21.01.2025
Se fueron hace mucho pero los padres siempre se quedan. Cuando vas cumpliendo años te vas acercando más a ellos, y te vienen recuerdos del paso del tiempo en la memoria y en el corazón. En este primer relato sobre mi niñez es como si hablara con ellos.
En 1868 se inauguró la construcción de La Carretera, como se llamaba entonces la vía que conectaba La ciudad de Las Palmas de Gran Canaria con el barrio de la Isleta, que hasta entonces era de tierra, y en 1883 se puso la primera piedra de la construcción del nuevo puerto de la isla. En la década de 1970 se construyó la Avenida Marítima que cambiaría aún más la ciudad como una de las más grandes de España.
Nos podemos hacer una ida de cómo era nuestra ciudad en los años cincuenta, con la Isleta, el Puerto de la Luz y la Playa de las Canteras en un extremo y en el otro Las Palmas de Gran Canaria rodeada de otros pequeños barrios.
Cuando tenía cuatro años vivíamos en una casa terrera grande, en el barrio de SAN JOSÉ, y para mí era muy divertido porque vivíamos con los Correa Santana, si nosotros somos Santana Correa ya se imaginarán los lazos de sangre que nos unían.
De esa casa tengo muy pocos recuerdos, quizá alguna mataperrería que hacía con mi primo Ignacio, unos meses más pequeño que yo, un coche de juguete de mi primo en la gran azotea que había y su negativa a dejar que me sentara en el sitio del conductor. Mi tío Agustín era un enamorado de los coches y regaló a su hijo ese coche de juguete de dos plazas.
Camión de Gran Canaria, años cincuenta siglo pasado.

El día de la mudanza recuerdo salir a la calle a ver un camión que estaba cargando todos los muebles y enseres de los Santana Correa. Estaba casi completo, y recuerdo mis miradas al camión y a la entrada de la casa, y mi tristeza por irme a vivir a otro sitio desconocido, por dejar a mis tíos y mis primos, que también se mudarían cerca de uno de los primeros talleres de reparación de coches que se abría en nuestra ciudad con el sello de Agustín Correa en la calle Joaquín Dicenta esquina Fernando Inglott.
Nos mudábamos a SCHAMANN, a la calle Mariucha, nuestra familia en el sentido contrario del personaje de Don Benito, que iba a menos, mientras nosotros íbamos a más. Era una de las primeras calles que se construyeron subiendo por el actual Parque Don Benito Pérez Galdós. Los bloques de Sor Simona estaban en construcción, y uno de mis juegos favoritos era subir al primer piso de uno de esos edificios y tirarme por la ventana porque abajo, en la entrada, había una montaña de arena muy grande. Los vigilantes me echaban cuando me encontraban.
A Schamann también se mudaron varias de nuestras familias, dos más en la misma calle Mariucha y otra en Pablo Penáguilas. Eran los primeros edificios del nuevo barrio, en Escaleritas no había nada, grandes extensiones de montañas de arena y secarrales.
Saulo Torón, el poeta que junto a Tomás Morales y Alonso Quesada conformaron las máximas figuras del modernismo poético gran canario, hizo que este lugar fuera considerado como Ciudad Galdós, en nombre de su gran amigo Don Benito Pérez Galdós. Actualmente tiene 51 calles, 3 plazas y una rotonda que llevan el nombre de personas y obras del gran escritor canario.
Calle Mariucha, Schamann. Portada del libro de Don Benito.

Una de mis tías, Isabel Correa con su marido Andrés, se mudaron a Santa Cruz de Tenerife a un piso en la Avenida San Sebastián, justo enfrente de la Recoba, con mis primos Andrés y Suso.
Mi madre se iba a Tenerife, seguramente a ver a su hermana, y yo lloraba desde aquella ventana por su marcha, la llamaba para que no se fuera y en ese momento sí recuerdo a mi hermana Mari Carmen consolándome.
Los primeros recuerdos de la etapa de Schamann incluyen la llegada de mis hermanas gemelas Esther y Olga. Vivíamos en un tercer piso y esperábamos que llegaran de la clínica, yo estaba asomado en la ventana con expectación cuando llegó un coche y se abrieron las dos puertas traseras saliendo mi madre con una de las niñas en brazo y una de mis tías con la otra.
De esta etapa no recuerdo nada de mis hermanos mayores, Santiago y Gerardo, muy poco de Ana que estaba entre las gemelas y yo y la referencia a Mari Carmen que era la siguiente mayor a mí.
Mi tío Tomás nos llevaba caminando a coger caracoles, y nos juntábamos todos los primos para hacer esa excursión, en sábado, al que esperábamos con ilusión y alegría. Salíamos de su casa que estaba un poco más arriba en la misma calle Mariucha y caminábamos hacia lo que hoy es Escaleritas, absolutamente vacía. Una excursión alegre que a veces no daba sus frutos, y Tomás nos decía que no había caracoles porque no había llovido.
Era la excusa de Tomás cuando no quería hacer la excursión, “chicos no ha llovido y no hay caracoles, para el sábado siguiente”. Para nosotros los caracoles era un aliciente más, pero la caminata en sí nos colmaba del todo.
Tomás era un hombre humilde pero no quería comer pescado congelado, en aquella época se ponía de moda y era muchísimo más barato que el fresco, pero él decía que eso era un veneno. Al final de aquellos años, en 1967, se publicó Cien años de soledad, y creo que Tomás podría haber sido uno de los personajes de los Buendía. Me cuenta mi hermana Mari Carmen que cuando mis padres vivían en Tafira Baja con mis abuelos, siendo pequeños, Tomás intentó cambiar a mi madre por una cabra.
Calle Tomás Morales con el Obelisco a finales de los cincuenta del siglo pasado.Donde las plataneras actualmente está a la izquierda la Facultad de Filología y a la derecha el Instituto Pérez Galdós.
