A Gustavo Socorro lo conoció cuando el director debutaba con tan solo 15 años en la producción documental. Desde entonces el cineasta, que ahora prepara un largometraje sobre Benito Pérez Galdós, se ha dedicado a narrar con su cámara historias fundamentales para el archipiélago. Era por tanto imposible que no acabase retratando la de Dámaso. “En su caso sucede que el personaje dentro de Canarias acaba por eclipsar la obra y eso nunca es bueno”, confiesa Socorro. Consciente de este riesgo, fue el mismo Dámaso el que le encargó la tarea de recoger su legado artístico en La Vida en Lienzo. “Se ha entregado completamente sin intervenir en las decisiones artísticas. La película ha conseguido ser una obra propia sin ser absorbida por él”, detalla.
Estrenado el documental, ¿le puede quedar a Dámaso aún algo por hacer? Los médicos se empeñan en enseñarle a decir que no, pero él se ha propuesto llevarles la contraria. Tiene un proyecto para un museo en Fuerteventura, el Cabildo, quiere construir una casa de artista en su hogar de Agaete e incluso habla de utilizar la inteligencia artificial. “Le tengo respeto y estoy esperando a ver por dónde sale. Lo que me enseñan se parece a ejercicios vanguardistas que yo hacía de joven. Hay que tener esperanza que de ahí puede salir algo”.
Con una sonrisa de oreja a oreja reconoce que aún tiene una vitalidad que supera la decadencia de su cuerpo. “Y con la mente mejor que cuando era joven ¡Fíjate tú el disparate de la existencia!”. Con esa misma energía da por terminada la entrevista y se levanta para saludar de una vez a los amigos que ha reunido la proyección. Si no le llegan a avisar a punto está de olvidarse el bastón.