Pedro I de España (2023), el Camandulero.

Y la Sociedad Civil Española empieza a dormitar, primero, y a someterse, después.

Agustín Santana, 04.11.2023

Sustituye a Pedro I de Castilla (1334-1369), llamado el Cruel por sus rivales. El Camandulero subió al trono por la desintegración total de la sociedad civil española comandada por los gobernantes que sustituyeron al Duque de Suárez, desde Felipe González en 1982 hasta Pedro Sánchez en 2023.

El paso en España de la dictadura a la democracia fue posible por la aceptación de todos los partidos políticos para llegar a acuerdos que fueran beneficiosos para el interés general, para el futuro del país, para la sociedad española.

Se sucedieron gobiernos que fueron olvidando, poco a poco, lo difícil que fue esa transición y los valores que la hicieron posible. Lentamente, año tras año, los políticos españoles se fueron dejando llevar por la arrogancia y por un poder más manejable comprado a bases de cambiar los votos por prebendas para los partidos y para los territorios, pero siempre en detrimento de los otros partidos y de los otros territorios.

Poco a poco los partidos políticos se hacían más y más fuertes llegando a dominar por completo a toda la estructura que la sociedad civil necesita para que haya equilibrio entre lo público y lo privado, entre lo dominante y lo fundamental. Y la Sociedad Civil Española empieza a dormitar, primero, y a someterse, después.

Y llegó José Luis Rodríguez Zapatero con nombramientos de ministros jóvenes y sin experiencia, con sus leyes para reescribir la historia de España y con su negativa a aceptar que las crisis económicas se tienen que afrontar para tomar decisiones.

Y los partidos políticos, poco a poco, se fueron llenando de listas numeradas para conseguir empleo fácil, sin necesidad de exámenes o de currículos que demostraran sus estudios, su formación o su experiencia. El aval exigido es la obediencia y la lealtad, y tener don de gentes. Los primeros puestos garantizan un puesto de trabajo de dirección, mientras más antigüedad y lealtad más alto el sillón. Y los otros unas condiciones de trabajo y un sueldo imposible de conseguir en la empresa privada.

Y el gasto público cada vez más alto, más inasumible, más necesario para contentar a todos, y más importante para las reelecciones en el poder. Hace ya veinte años que el profesor Gay de Liébana (q.e.d) denunciaba que en España se gastaban más de veinte mil millones de euros públicos superfluos, que se podrían eliminar o usar para las enormes deficiencias que hemos tenido históricamente en educación, en sanidad, en investigación.

Pero la fiesta ha continuado y actualmente España tiene un gasto y una deuda pública que deja pequeñitos aquellos veinte mil millones de hace veinte años, y esa cantidad ahora es superada solamente por los intereses que hay que pagar.

Pero lo peor estaba por venir.

En 2016 los dirigentes del partido socialista ven que su secretario general, Pedro Sánchez, es capaz de mentir para conseguir sus propósitos personales por encima de los intereses del propio partido. Le echan, se retira y comienza a preparar su venganza; contra esos dirigentes, contra todos los que no le apoyaron, contra el mundo si hace falta, y prepara un plan de recuperación de su partido magníficamente organizado, un programa de captación de adeptos como nunca antes se había visto, ni en la empresa pública ni en la empresa privada.

Y consiguió leales, fieles, adeptos, incondicionales que no dudaron en montarse en su Peugeot para asaltar el mando del partido socialista, su partido, su nuevo partido, partido en varios trozos, pero su partido, el de Pedro Sánchez, el nuevo PSOE, el que expulsa a los que no están de acuerdo, el partido de un pequeño dictador escondido detrás de su figura deportista y su sonrisa delatora.

Y apoyado en una manada de seguidores, capaces de vender su alma al diablo por un puesto en las filas del nuevo dios, vuelve a la secretaría general unos meses después, en 2017, con el objetivo de apartar a todos los que le humillaron. Ya lo tiene, en su programa ya está preparado. No ganará las elecciones pero ganará la presidencia de España, ganará la Moncloa.

El primer paso será firmar un gobierno de coalición con los comunistas, nadie lo esperará, sorprenderé a Europa, dormiré bien con Pablo en la Vice Presidencia, empezarán mis cambios de opinión catalogados como mentiras por los de centro, por los de derechas y por los de extrema derecha, por todos menos por mi izquierda querida, por la de los valores, por la de mis valores.

Y continuando con el trabajo que empezó Zapatero, y que Rajoy no supo enmendar, el uso de los sentimientos, monopolizaremos los debates públicos y la mayoría de los medios de comunicación. Poco a poco iremos copando las instituciones y sobre todo el poder judicial, los jueces, son imprescindibles para conseguir mi objetivo en 2023.

Ya he lanzado la idea de que el voto legitima a las mayorías para sortear a las leyes, pero por si acaso, cuando todos me vean muerto otra vez, cuando todos estén confiados en mi destrucción política, igual que hice en 2016, en aquella ocasión con mi Peugeot, y ahora con el poder de mi Falcon, con el poder de mi sonrisa, con el poder en la mano, pagaré los votos a precio de oro para seguir en Puerta de Hierro, y nunca mejor dicho, mi Puerta de Hierro.

Una vez que tienes a la sociedad civil sometida tienes las puertas abiertas para hacer lo que quieras, lo que necesites. Y en 2023 le entregué los mandos de España a los enemigos de España, pide lo que quieras que te lo daré, no habrá límites, conseguirás todo lo que has ansiado durante cientos de años y nunca has conseguido, porque nunca ha habido en este país de incrédulos a un camandulero capaz de vender el alma de España por un trono.

Amigos del último gobierno de coalición de esta monarquía: ustedes tendrán su paisito y yo tendré los mandos de una pequeña república europea. Seré presidente de una España rota, pero Presidente, número uno, jefe total, con un primer ministro y todo un gobierno bajo mi mando. Aunque sea de una España más pequeña.

Mi reinado no será oficial, pero en mi mente, y en la de mis adeptos adulones, seré Pedro I de España, El Camandulero, el que no miente, el que cambia de opinión. El que me puso este sobrenombre no me conoce. No sabe de lo que soy capaz.

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