NESTOR DORESTE. «Qué tristeza»

las grandes mentiras sin castigo y los continuos incumplimientos y actos de corrupción han terminado triunfando de forma destacada sobre la búsqueda del bien común y de la justicia.

Después de haber escuchado el discurso del Presidente de la Comunidad de Valencia, Carlos Mazón,  en el hediondo «wc» de lujo en que se han convertido hoy los mal llamados Parlamentos de esta España de circo y de pandereta, la pena arraigada que arrastro desde que el conjunto de la podrida casta política se ha agigantado vil y peligrosamente al ver como todo ello se ha convertido en un enorme excremento maloliente y podrido (que ha incrementado hasta niveles muy altos mi normal comportamiento y forma de ser pacífica y serena).

Ya he tocado, con mucho asco, la cinta de llegada de la meta (antes ilusionada, y hoy odiada) de aquellas ilusionantes esperanzas que se iniciaron con enorme alegría cuando la democracia alcanzó niveles de pureza y de calidad.

Las disculpas infantiles e irracionales, el ridículo y repetitivo «yo no fui, fuiste tú «, el constante «yo lo hago bién y tú lo haces mal», el nulo comunicado de un buen proyecto de país, las grandes mentiras sin castigo y los continuos incumplimientos y actos de corrupción han terminado triunfando de forma destacada sobre la búsqueda del bien común y de la justicia, como objetivos que son deseados por las personas de bien.

En política, la pobre España es una cloaca donde estas ratas de la democracia se mueven muy a gusto y cómodos.  Es por eso que nadie sale (dimite) de ellas.

Perdí la timidez hace años y no creo que sea necesario pedir disculpas por manifestar que estoy totalmente en contra de un sistema partidista, inmoral y vil, en el que sólo progresa el «obediente» y el que respeta el totalmente antidemocrático «voto de partido».

Todos, todos, los políticos son iguales. No hay uno mejor que otro. Han vendido su ideología al coste de un sillón muy bien remunerado. Les regalo mi potente violencia (no física, desde luego) para que les ayude a sentir, como siento yo en lo más hondo de mi alma, la enorme TRISTEZA que sólo su maldita presencia me produce estas ratas, títeres del también hediondo dinero, ganado con engaños.

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