LOS TRES REYES MAGOS, ERAN CUATRO. POR: Rafael Mérida Cruz-Lascano. Corresponsal Guatemala.

Rafael Mérida y Amparito De León Barrios

Es posible que existiera un Cuarto Rey Mago, además de los oficiales Melchor, Gaspar y Baltasar; según la tradición: Un noble, príncipe, que tendría unos treinta años cuando, oteando el firmamento, descubrió la famosa Estrella de Oriente que anunciaba el Nacimiento del Niño Jesús.
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En Talavera de la Reina se celebra el 3 de enero, allí acompañando a Melchor, Gaspar y Baltazar, los Reyes Magos recogen cartas de todos los niños que quieran acercarse a saludarles y son obsequiados por parte de sus Majestades con un regalo y golosinas para todos.
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Artabán se dedicaba a desentrañar los secretos del oráculo de Zoroastro que anunciaban, por activa y pasiva, la próxima llegada de un “Salvador” que haría del mundo un lugar más agradable. Y la aparición de la estrella en el firmamento fue la señal inequívoca. Como era de suponer no se lo pensó dos veces y decidió seguir la ruta que el ¿cometa? indicaba. Lógicamente preparó las ofrendas que entregaría al Redentor, entre las que destacaban un diamante de la isla Méroe que neutralizaba los venenos, un trocito de jaspe de Chipre como amuleto de la oratoria y un rubí de las Sirtes para alejar las tinieblas que confunden al espíritu.
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Artabán, cargados ya los regalos, se dispuso a andar el camino, encontrándose en el monte Ushita con los emisarios de los reyes babilonios, Melchor, Gaspar y Baltasar, que lo citaban en la ciudad sagrada del dios Nabu y que no era otra que Borsippa, aquella en la que los antiguos erigieron un zigurat de siete pisos.
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Así, nuestro Cuarto Rey, cabalgó raudo y veloz al encuentro de sus compañeros, sin dejar siquiera que el caballo recuperara fuerzas con las aguas del río Éufrates. Y ocurrió que cuando llegaba a las afueras de la ciudad, Artabán se encontró con un hombre malherido, desnudo, casi agonizante, el cual había sido atracado por unos ladrones que además de robarle sus pertenencias le propinaron una buena paliza. Un comerciante que recibió las atenciones de Artabán, que lavó sus heridas con vino y entablilló sus destrozadas piernas y brazos. Cuando el hombre recuperó el aliento y la consciencia, informó de que había sido totalmente desvalijado, habiéndole robado los malhechores toda la bolsa del dinero. Nuestro rey, como era de esperar, se apiadó del vendedor y le regaló el diamante de Méroe.
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Lamentablemente, cuando quiso entrar en la ciudad y acudir al lugar indicado, los Reyes Magos ya se habían marchado, aunque le dejaron una nota en la que podía leerse: “Te hemos estado esperando mucho tiempo y no podemos dilatar más nuestro viaje. Sigue nuestra senda por el desierto y que estrella te guíe”. Tras leer la corta misiva, arreó su caballo y cabalgó sin descanso, hasta la extenuación, trayendo como resultado la muerte de su brioso alazán. Pero nada podía detenerle y continuó el duro trayecto a pie, soportando tormentas de arena que ajaban el rostro y frenaban el paso.
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Cuando quiso llegar a Belén de Judá sus vestimentas habían perdido el lustre y su cuerpo se mostraba enjuto y famélico. Allí, ninguna señal de Melchor, Gaspar y Baltasar, aunque sí se topó con la carnicería que ordenó llevar el legendario y cruel Herodes. Porque, como todo el mundo sabe, el tal Herodes, temeroso por los augurios, mandó asesinar a todos los recién nacidos, en una matanza de inocentes que tiñó de sangre las casas y las calles de Belén. Escenas que presenció Artabán en primera persona y que le llevaron a ofrecer su rubí a un soldado para que no atravesara con su espada a un niño. Pero un capitán se percató de la jugada y ordenó la detención del Cuarto Rey, que fue enviado a las mazmorras del palacio de Jerusalén.
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Y más de treinta años estuvo en prisión, lamentándose de su mala suerte, sufriendo todo tipo de vejaciones y llegando a perder casi la cordura. Pero Artabán, en sus escasos y tenues momentos de lucidez, todavía tuvo tiempo para suplicar redención y piedad al procurador Poncio Pilatos, quien finalmente le otorgó la carta de libertad. Encontrado el perdón, dirigió sus pasos torpes por las pobladas calles de la ciudad, tropezándose con miles de personas que se dirigían hacia un lugar llamado el Gólgota. Una masa humana que deseaba presenciar la crucifixión de un falso profeta, un irreverente que había blasfemado contra Dios.
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Artabán se dejó arrastrar por la multitud, cruzando por una plaza en la que estaban subastando a una bella doncella de rubios cabellos. Rebuscó entre sus andrajos y con el custodiado trocito de jaspe que todavía conservaba (en la esperanza de entregárselo algún día al Señor), compró la libertad de la joven. La mujer, en agradecimiento, besaba sus manos cuando la tierra tembló, rompiéndose en dos el templo, rasgándose los sepulcros. Con tan mala fortuna, que una piedra golpeó fuertemente la cabeza de Artabán, quedando tumbado en el suelo, desmayado. Y al recobrar el conocimiento vio como un hombre le sujetaba por los hombros y le miraba firmemente. Un joven que probablemente tenía la misma edad que él tenía cuando emprendió el viaje y que le decía: “Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, estuve enfermo y me curaste, me hicieron prisionero y me liberaste”.
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“¿Cuándo hice yo lo que decís”?, preguntó sin apenas respiración mientras miraba sus manos vacías de jaspe, diamantes y rubíes. “Cuanto hiciste por mis hermanos, lo has hecho por mí”, fue la respuesta. Y Artabán expiró, emprendiendo un nuevo viaje que le llevó a la eternidad del universo, al infinito del horizonte, fundiéndose con las estrellas y dejando la estela del que fue el Cuarto Rey .


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«LOS REYES MAGOS»
Soneto meridiano, endecasílabo

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Guiados por estrella que es de cristal
Vemos tres reyes que vienen de oriente
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Dejaron caminos, su capital,
Con oro, incienso y mirra viene a dar
Ellos son, Melchor, Gaspar, Baltasar,
Su mejor regalo… es espiritual.
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Los cardinales marcan horizonte,
magos en cumplimiento de escritura
Se arrullan en el canto del cenzontle
Vienen a adorar a bella criatura
Cansados y en camellos de remonte
Viajan bajo la noche claroscura,
Gaspar con incienso; mirra Melchor;
Baltasar, oro, para el Salvador.
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Diccionario navideño

Coplas

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Ave María de Gracia

Belem se llenó de luz

Cuna de alma salvadora

Choza que anida a Jesús

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 Dormidito hijo de Dios,

En un humilde pesebre

Fue donde germinó el REY

Grande el ramadán Borrego

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Historia  de FE, sagrados

Insignificante fuerte,

Juzgaban los Reyes Magos

Kilometrando el camino

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La fiesta grande nos deja

Llenos de la Gracia plena,

Mayor estrella del cielo

No permitas que yo tema

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Ñoñerías que no espantan

Oremos  siempre reunidos

Pronto será NAVIDAD

Que José y  María, apuntan…

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“Reflejo  Del grande Dios”

Suenan campanas cohetes

Tronadores  canchinflines

Unos ríen otros saltan

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Vienen  al niño adorar

Wilfrido, abeto cristiano

Xilofonista de  gleba

Ya viene la noche buena

Zafiro que pintó el cielo

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“VEAMOS EL ORIENTE”
Trova navideña

1

En cerúleo espacio hay danza
es Nova el claro nuevo astro
donde al rendir alabanza
al rey de humilde camastro


II
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En marcha trasnochadora
De Nazaret a Galilea
de fe insignia conductora
en la Belén de Judea


III

Muchas lindas melodías
para llegar a la estrella,
al encuentro del mesías
y de María la más bella

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Dr. Rafael Merida Cruz-Lascano OFS
Ambassadeur de la Paix.
cercle universel des ambassadeurs de la paix France/Suisse
Sistema de Información Cultural -SIC-
Dirección General de Desarrollo Cultural y Fortalecimiento de las Culturas
Ministerio de Cultura y Deportes. Guatemala
“Hombre de Maíz 2009” Guatemala
Premio Mundial a la Trayectoria 2012, SELAE
(Sociedad de escritores latinoamericanos y europeos, ITALIA)

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