Sabíamos que el fenómeno de la inmigración no pararía, que seguiría aumentando, y hoy lo estamos viviendo. Pero por la falta de fondos tuvo que cerrar hace ya unos años. Los edificios de Tecén y Tinguaro están cerrados y deteriorándose cada día más.
Este artículo es un reconocimiento a todos los colaboradores que tuvo Las Palmas Acoge. A los profesionales que dieron lo mejor de su vida para hacer posible convertir las lágrimas de los inmigrantes en alegría por intentar conseguir un futuro digno para sus familias. A los voluntarios que después de su trabajo dedicaban sus horas libres a dar clases de español, a repartir comidas, a atender las necesidades legales y sanitarias de tanta gente que huía de la guerra y de la muerte por inanición.
Y a todas las personas que participaron en las juntas directivas desinteresadamente, con reuniones nocturnas y con responsabilidad para hacer posible el esfuerzo de trabajar por los más necesitados.
Y al jesuita Fernando Motas, por su contagio de la esperanza. Nada de esto habría sido realidad sin su entrega a los demás. Y a Manolo Dévora, por seguir después de diciembre de 2003 con un esfuerzo encomiable y una entrega total a un fenómeno tan complejo y necesario. La Universidad de Adeje de Verano de 2002 lo reflexionaba con Jerónimo Saavedra de director.