Desde muy pequeño sabía que lo suyo era la decoración, el arte de la belleza, la plasmación de los deseos de las personas y de las empresas en un tablero comunicativo desde donde se proyectarían sus objetivos personales y profesionales.
Conocí a Alberto Trujillo Angulo, padre, a principios de los setenta. Mi padre tenía la empresa Distribuidora Rabadán – Elías Santana Bermúdez, y le fui a ver a su empresa de El Sebadal donde era el representante de las Pilas Berec entre otras marcas.
Su empresa, como la de mi padre, proyectaban seguridad, confianza, honestidad, profesionalidad. Don Alberto, como Don Elías, proyectaban bonhomía. Salí de aquella primera visita con la sensación de haber conocido a un empresario, a un profesional, a un hombre bueno.
Años después conocí a Alberto hijo, no recuerdo si por los trabajos que me hizo en Olympia, para Montblanc Art The Writing, por la Iglesia y Virgen de la Luz o por las tres cosas juntas. De tal palo tal astilla: Volvía a encontrar a una persona, esta vez joven, que proyectaba bonhomía.
En estos tiempos que nos está tocando vivir, donde el dinero es el valor más importante que tiene la sociedad, tener a una persona como Alberto en Gran Canaria es todo un lujo.
No es solo un gran decorador, un artista en su trabajo, es un personaje clave en la historia reciente de nuestra Virgen de la Luz, en la historia reciente por tanto de La Isleta, y todo un personaje en nuestra isla de Gran Canaria por sus magníficos trabajos. Y además no solo en nuestra isla.