FERNANDO MOTAS, Tatalo, en el recuerdo.

Juan Medina Sanabria afirma que en 1821 existían censados ya en el barrio de La Isleta veinte y dos vecinos y unas doce familias de pescadores.

Este barrio luchador y solidario se ha visto reforzado a partir de los años ochenta del siglo pasado con los párrocos destinados en sus parroquias y con la apertura de la Casa de los Jesuitas.

Agustín Santana, 17.09.2024

El barrio de la Isleta ha vivido siempre en el camino de su historia desde que en febrero de 1833 se puso la primera piedra del nuevo puerto de Gran Canaria.

Juan Medina Sanabria afirma que en 1821 existían censados ya en el barrio veinte y dos vecinos y unas doce familias de pescadores.

En cuarenta años a partir de 1833 el barrio pasó de unas cien personas a veinte mil, llegando pobladores desde Lanzarote, Fuerteventura y desde el interior de Gran Canaria.

A partir de los años cincuenta se acelera su desarrollo con la llegada del turismo, y con la necesidad de dar servicios a los nuevos visitantes se empiezan a crear pensiones, hoteles y lugares de ocio. 

El desarrollo del barrio se ve impulsado por el Puerto de La Luz y por la Playa de las Canteras, y cada vez necesita de más gente para los puestos de trabajo que van naciendo al albor de las necesidades de los negocios de servicios.

Las familias con sus viviendas terreras van conformando el devenir futuro como un barrio solidario, con un fuerte sentimiento de pertenencia a su Isleta, con amor por sus gentes y por sus calles, y además con una actitud siempre abierta, de acogida, de cercanía con el otro, un barrio de puertas abiertas y corazón dispuesto.

La Iglesia de La Luz, en una de las entradas principales al barrio, parece que da la bienvenida a todo nuevo visitante.

Este barrio luchador y solidario se ha visto reforzado a partir de los años ochenta del siglo pasado con los párrocos destinados en sus parroquias y con la apertura de la Casa de los Jesuitas.

En los años noventa colaborábamos en la Parroquia de La Luz varias familias de la Isleta que nos conformamos también como grupo de amigos. Fernando Motas, Tatalo, era el párroco, y nos pregunta a esas cuatro familias si le apoyaríamos para impulsar la acogida a los inmigrantes potenciando a Las Palmas Acoge.  

Las Palmas Acoge tenía un pequeño despacho en Cáritas Diocesana Escaleritas con un Presidente y un colaborador, la inmigración crecía exponencialmente y estas dos personas se veían absolutamente desbordados para conseguir los servicios necesarios.

Nuestra respuesta fue tan rápida como la puesta en marcha de Fernando para comenzar a preparar todo lo necesario. No había nada, así que el trabajo era inmenso.

La arrolladora personalidad de Tatalo nos puso en camino en cuestión de días.

 

Alquilamos una casa muy vieja en la calle Juan Rejón que teníamos que acondicionar y asegurar, así que montamos un andamio y guiados por nuestro querido Jaime Rodríguez raspábamos las paredes y pintábamos encaramados a tres metros de altura.

Las malas condiciones de la casa exigía de un trabajo profesional, pero el grupo de voluntarios, con los conocimientos de Jaime, y también de Pedro Hernández, conseguimos acondicionarla a la perfeccion para abrirla al servicio lo antes posible.

Y con mucho entusiasmo nos reuníamos por la noche, después de nuestros trabajos, para seguir la locura de la esperanza que nos impulsaba Tatalo. Sin él nada de esto habría sido posible. Tenía una formación y una cultura realmente impresionante, y su amor y dedicación por los más débiles era el motor que nos impulsaba a todos a conseguir los objetivos.

Y en unas semanas teníamos preparada la primera sede de Las Palmas Acoge en Canarias.

La llegada de inmigrantes crecía y crecía así que los servicios que prestábamos en Juan Rejón y en Salvador Cuyás eran insuficientes, y con el apoyo de la Consejería de Asuntos Sociales del Gobierno de Canarias, y el entusiasmo de un numeroso grupo de voluntarios, compramos dos edificios, uno central con Oficinas y Servicios en la calle Tecén y otro para reforzar el Albergue y los Servicios en la calle Tinguaro. Y abrimos centros en Vecindario y en Lanzarote.

Y en todos los lugares, con la presencia y personalidad de Tatalo, abrimos las puertas contando con el apoyo y la solidaridad de los vecinos. 

Las Palmas Acoge atendía a más de 18.000 inmigrantes, dando servicios de acogida, comida, albergue, clases de español, servicios jurídicos y médicos, regularización legal a través de puestos de trabajo, integración en la sociedad.

 En una Junta Directiva Tatalo nos dio una noticia: “Me destinan a Granada”. 

Le sustituimos en la Presidencia, primero yo, y después mi siempre querido amigo Manolo Dévora.

Aquellas cuatro parejas que acompañaron a Tatalo al comienzo de Las Palmas Acoge, unos años después,  hizo un viaje a Andalucía con paso por Granada. Los días de Granada dormimos en la Casa de los Jesuitas, y con él disfrutamos de alguna cena y de algunos paseos por esa maravillosa ciudad.

Pero algo se quedó grabado en nuestras mentes: la visita a la Alhambra. La guía de cada rincón era una magistral enseñanza de la historia andalusí, de sus palacios y jardines, de la singularidad artística, de la sorprendente y original cultura nazarí.

Sabía de la cultura de Tatalo, de sus conocimientos de Música, del Arte en general, de su sabiduría, de su amor por la vida y por los más desfavorecidos, pero la enseñanza de aquel día en Granada quedó grabada para siempre. Su voz atravesando los momentos más grandiosos de esa maravilla natural envolvía todo impregnándolo de momentos especiales y únicos.

Por la insensibilidad política Las Palmas Acoge tuvo que cerrar. Las Palmas Acoge fue una obra increíble de Fernando Motas Pérez, una joya de la solidaridad que funcionaba a la perfección para tratar como se merece el fenómeno imparable de la inmigración.

 Fernando Motas y Las Palmas Acoge siempre estarán en nuestros corazones.

Su voz de trueno seguirá sonando para siempre.

Cuadro creado especialmente por Pepe Dámaso para la XXII Asamblea Ordinaria de la Red Acoge de España celebrada en Las Palmas de Gran Canaria el 17 de noviembre de 2002.

Título de la obra, «Grito Negro». 75×52 cms. La Litografía número 34 fue entregada a Fernando Motas.

 

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