Desde hace muchos años vengo denunciando la necesidad de bajar el Gasto Público en España. El escritor Néstor Doreste Padilla, defensor de los más débiles de la sociedad desde su pensamiento y vida, nos remite este artículo de VozPopuli y su propia opinión.
Néstor Doreste Padilla, 15.01.2024
Les invito a que lean este interesantisimo y clarificador texto que les reenvio, del cual opino lo siguiente:
Estamos gobernados por unos malvados grupos de poder que se autodenominan partidos políticos. Es una máscara inútil e ineficaz porque la mayor parte de los ciudadanos no fanáticos e independientes, politicamente hablando, de este sistema macro económico sucio y corrompido, saben perfectamente que sus hipócritas y cínicos dirigentes son personas muy ligadas a los grandes poderes dinerarios, los cuales critican para hacer ver su mentirosa y falsa independencia. Ellos entienden que nos lo creemos.
Sus políticos continúan incrementando cada año su podrida nómina, de un costo anual de 165.000 millones de euros, que sitúa este gasto en el 25% del importe del gasto total del Estado, cuestión que convierte al cuidadano medio en un ansioso y deseoso futuro funcionario como objetivo principal de su próxima y definitiva ocupación profesional, aspiración que supone un negro porvenir para el país por la carencia de aspiraciones más altas y brillantes que eso supone.
Prefieren la mediocridad del puesto seguro y fijo en lugar de utilizar el camino de la Universidad para ejercer su preferencia profesional de forma independiente. España será un país de funcionarios. Triste porvenir nos espera.
Es, precisamente, lo que quieren esos grupos de poder: así tienen la posibilidad de influir en esos funcionarios haciendo que trabajen, sin ellos saberlos, sólo para sus oscuros y ocultos intereses, incluso personales.
Ningún gobierno de la democracia ha hecho absolutamente nada por reducir esta cascada interminable de dinero público que se gasta sin fin. Somos el país con más políticos, asesores personales, funcionarios, coches oficiales, dietas, primas, regalos, organismos, etc. de toda Europa.
No entiendo como nuestros gobernantes no se ruborizan cuando se dirigen a los ciudadanos. Su habitual estúpida prepotencia nos les deja sentir vergüenza y nos hablan como si nada, sin saber que sus repetitivos, vacios y pesados discursos, carentes siempre del más mínimo interés, casi nadie los asimila.
La general mediocridad de los integrantes de esos grupos se extiende peligrosamente por el país ocultando, sólo a los indiferentes y obedientes, el pobre porvenir que les espera a las futuras generaciones.
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