ELIAS DOMINGO GALATI, Argentina. «La Música de la Palabra».

Elías Domingo Galati, Buenos Aires, 1938.  Maestro Normal Nacional, Abogado, Técnico en Computación. Miembro de la SADE y del grupo literario The Cove/Rincón de Miami USA. Embajador Miembro de la Unión Hispanoamericana de Escritores. Autor de Cuadernos de Po, Paz y Amor, Contar la Realidad como Ficción, Proyectos de Investigación, Saber que no has de saber, La Psicología del Perdón, La Violencia y del poemario bilingüe Saber que no has de Saber y el libro de pensamientos Reflexiones de Editorial Tres Más Uno.

LA MUSICA DE LA PALABRA.

 

La palabra en sí es una forma musical.

El problema de ellas es que hay que saber interpretarlas como saber descubrir su contenido musical.

Hay quienes hablan sin tener conciencia de su musicalización, como quienes la escriben sin comprender su rito y su cadencia.

Es cierto, que la mayoría de ellas son pronunciadas sólo como grafismos sonoros y sin el acento musical que les corresponde.

La mayoría de los hablantes no comprenden ni aplican la belleza de una pronunciación cadenciosa, de una sonoridad expresiva que más allá de la comunicación tiende a ser agradable y hermoso escucharlas.

Hablamos rápidamente y forzados, atento al significado y al concepto que queremos transmitir.

Es el fondo de la cuestión, es la materia del sonido expresado, pero que va unido inexorablemente a una forma, que es como la pronuncia la voz humana o como la escribe el que la plasma.

Esa forma se pasa por alto, no se considera, de viva voz puede ser un grito, una voz altisonante, o un sonido pequeño, escaso y oscuro dicho casi de compromiso.

Puede ser escrita con grafías duras, de significados burdos o dudosos, o con palabras veraces, que sienten la realidad y tiendan a agradar a quienes las leen.

Acaso alguna vez nos detenemos a pensar como decirlas o como escribirlas.

Ponemos cuidado o atención en expresarlas o como plasmarlas gráficamente.

Creo que muy pocas veces nos ocurre detenernos en la forma, y considerar que ellas pueden lograr una mejor comunicación, haciendo además agradable y placentero escucharlas o leerlas.

A veces nos sentimos atrapados y señalamos la voz del emisor, pensando que es maravillosa y disfrutamos de ellas.

Otras veces leemos un contenido que nos atrapa y decimos que felicidad, que maravilla, que placer es leerlo.

Es que ciertas formas de expresar la palabra hablada o escrita señalan el sentir del emisor.

Es aquel que pone el alma y el corazón en ese dicho, en ese pequeño concepto que transmite a los demás, no sólo como información, comunicación o proyecto, sino también con su ser, con lo que es, con lo que ama, con lo que intenta hacer, con la relación que intenta entablar con el oyente o el lector.

Es la palabra que acompaña al ser, mejor dicho es el ser expresado, señalado con una palabra.

Es trascender, es darse, es salir de sí para generar una comunión espiritual y expresa con los demás.

Es un acto tierno y profundo de amor, de aquel que habla y escribe para conectarse con los demás, para unir la existencia y participar comunitariamente de la vida.

La palabra entonces, es un fonema, una grafía, un concepto, pero dicho o escrito por un ser humano que puede pronunciarla exactamente, pero que también puede darle un alma, agregar a su contenido el sentimiento, la emoción del corazón y expresarla para su gozo personal y para el placer de sus hermanos.

En ese vuelo existencial, en ese devenir de la condición espiritual agregado al grafismo, la palabra se convierte, pasa a tener otro significante.

Es el espíritu interior que se manifiesta, es la epifanía del ser volcado hacia el exterior, hacia sus hermanos y hacia el universo.

Ese verbo encendido nunca se pierde, nunca se agota, queda flotando en el éter, perdura hacia la eternidad.

Porque es un acto de amor, que pone de manifiesto la bondad y el sentimiento del hombre.

Porque es una luz brillante y poderosa que ilumina con su voz hablada o escrita, al ser y a la historia, dejando el recuerdo más preciado de la humanidad, el testimonio maravilloso de la bondad, la ternura, el amor, la justicia y la solidaridad entre los hombres.

Porque su sonido tiene la armonía de la música más bella y tierna del universo.

Pronunciemos y escribamos sólo esas palabras, las que nacen de nuestro corazón y proyectan nuestro ser hacia los demás.

Las que quedan siempre encendidas en la mente y en el corazón de todos los sinceros y buenos hablantes y escritores.

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