Con pesar recibí la noticia del fallecimiento de Correa.
Ví jugar a Correa en nuestro equipo y disfruté muchísimo con su juego convirtiéndose en uno de mis jugadores preferidos. Si Tonono era El Omega, Guedes El Mariscal y Germán El Maestro Correa era el Artista.
No ha quedado entre los cuatro grandes porque su temperamento no le permitió asentarse como titular en las alineaciones.
Correa llevaa el balón pegado a sus pies y dominaba los toques al centímetro, tanto para conducir como para regatear o como para hacer el pase.
Protegía el balón de tal forma que era casi imposible quitárselo, y sus pases eran milimétricos al punto de que pasaba rozando centímetros el pie del defensor y llegaba justo en la mejor posición para su compañero. Su golpeo con el pie exterior de la pierna derecha era una fantasía.
A mediados de los ochenta nos enfrentamos en un partido de Empresa o de Mayores. Jugábamos en el campo de Teror o de Arucas, no recuerdo, estaba muy grueso y seguía siendo imposible quitarle un balón. Era pura técnica.
Cuando yo jugaba en el Infantil Rodríguez Monroy nos vestíamos en San José en la casa de Toñín, y ya vestidos caminaba todo el equipo bajando hacia La Catedral para llegar al primer Hoyo de la Avenida Marítima. Se me quedó la anécdota de que pasando por el Bar Perico, el ayudante de Toñín, Roberto, me cantaba «Correa el colaera».
Veinte años después, saliendo de aquel campo donde jugué contra Correa, uno de los espectadores que salía me dijo «quién tuvo retuvo». Y me acordé de «Correa el colaera».
