Regalar un vino es regalar un trozo de alguna tierra. Si es de Canarias es regalar un trozo de volcán. Si es de Tenerife es de una tierra amada.
Agustín Santana, 03.01.2024
Vivir en Canarias es un auténtico lujo y conocerla bien un verdadero placer.
He tenido la suerte de viajar a todas las islas durante muchos años seguidos. Y mucha más fortuna al tener que vivir en Tenerife, varios días a la semana, durante los años frenéticos de la actividad profesional.
El conocimiento te brinda la oportunidad de poder querer más las cosas, de apreciarlas y de vivirlas mejor. Aquél vino herreño que lo comprabas en las casas particulares, pero que tú tenías que llevar una garrafa de agua. Y te lo daban a probar y después te llenaban la garrafa. Y te lo podías llevar de regreso en el avión.
El vino de La Geria, en los tiempos en que recogían la uva con los camellos. En una ocasión nos paramos para ver de cerca al camello, cargado de uva y llevado por una lanzaroteña con su gorro típico. Se acercó al coche y nos dió un hermoso racimo que nos llevamos al Hotel Los Fariones. Aquella noche, en la terraza de la habitación, mirando hacia el mar y al fondo a la derecha las montañas de Fuerteventura, se convirtió en un momento mágico con la malvasía fresca y recién cogida.
Las excursiones por el Norte de Tenerife, de bar en bar, probando el vino que salía de aquellos pequeños garrafones. O aquél vino auténtico de la Guancha.
Cuando llegaba el tiempo del vino, con mi suegro, me acercába a Bandama y comprábamos en dos bodegas. En una de ellas el capataz que regentaba la bodega, año tras año, le preguntaba a mi suegro por las sardinas. «Teniente, usted me dijo el año pasado que me iba a traer unas sardinas»…..
El vino forma parte de la vida desde siempre, desde la Edad de Bronce, 6000 antes de Cristo según los científicos. ¿cómo no amarlo?
A mediado de los ochenta las responsabilidades me llevaron a pasar un par de días a la semana en Tenerife. Buena parte de ese tiempo en una casa de Las Canteras, entrando por la carretera hacia Las Mercedes, en la casa de Lupe y de Cristina, una casa típica de la zona en la que pasamos momentos muy felices, veranos esperados año tras año para de paso ver la Romería de San Benito. Toda la familia disfrutaba enormemente de aquellos años.
Tenerife era nuestra casa, nuestro hogar esperado por días o por meses, no un lugar de paso, una cueva en la entrada al patio de Lupe, la llamada al café de Lupe asomando a su ventana y diciendo «el negrito», el frío intenso del invierno y las comidas en Casa Ramiro o en el guachinche de la Cruz del Carmen, visitado por los cazadores de la zona, donde disfrutábamos de aquellos calderos humeantes de cocina auténticamente casera.
Y después de muchos años de terminar la vida profesional sigues teniendo vínculos con Tenerife. Y Javier, para recordarte que sigue vivo el amor por Tenerife, te envía estos vinos que salen de la tierra norteña, de la tierra siempre deseada.
Imposible agradecer con palabras este regalo de mesa y mantel, la complicidad y la comunicación que significa. Cuando más me gusta abrir una botella es cuando tengo compañía, abrir un buen vino para mí tiene que ser en compañía deseada.
Con Alberto y con Aurora, será el momento. Mil gracias por tu sobrina. Es una bendición regada en el mejor vino.