Cuando los mayores echamos mano de tipos populares cacereños de Aquellos Tiempos solemos sacar a colación los mismos personajes. El Nano, Zacarías, el Chato de los Metales…..
En aquellas páginas de provincia revoloteaban otros conocidos que merecen alguna cita. Se me ocurren, por encima, Emilio el Legionario, con el chaparí sobre la cabeza, que habilitó la caseta-basura del cuartel «Argel 27» como morada, con rancho incluido en tartera, al toque de fajina. Pepe, el inspector, enigmático personaje, enfudado en su gabardina, aire siniestro, ojos resguardados tras las gafas de sol, que perseguía de modo detestivesco, en plan Colombo, a sospechosos, – no sabe de qué- entre la Plaza y Cánovas; Chochito de Oro, rubia, de aspecto fondón, que ya se indican sus caracteristicas, rondadando por las cercanías del Parador del Carmen; el Pielero Conejero que se arruinó con el juego y sobrevivía comprando pieles de lepóridos a las amas de casa para venderlas en un almacén. Puri, la Campanera, pedigueña y buscona; Pegaso, que dirigía la circulación; el Sabanilla, lacero municipal, con su siniestra herramienta en la mano que perseguía perritos callejeros; la Cartucha, que vela armas por la vieja estación de ferrocarril, aguardando a la sodadesca y clientela del Calerizo. Los Chinches, alguacilillos de la plaza de toros, Federico Ramón Culeras, con años de miseria, junto a las tapias del cementerio… Cada uno dejaba su estela. Como el Hombre de la Gabardina, que, al parecer, se presentaba a jóvenes y mujeres solitarias por la Ciudad Antigua, abriendo la prenda, enseñando sus partes y creando un ambiente de miedo que se difundía por los entresijos de la ciudad…
Por allí, por las campas de nuestra infancia, se andaban otros tipos populares cacereños, en esos recorridos del tiempo, ahora ya, con sabor lejano, a los que se podrían dedicar curisosas referencias , que quien más y quien menos, de aquellas quintas, como se decía antes, almacenamos en el álbum de la memoria.
ENGLISH
When the elders hand in hand with popular cacereño types from those times we usually bring up the same characters. The Nano, Zechariah, the Metals Chat…..
In those provincial pages, other acquaintances who deserve a date fluttered. I can think, above all, emilio the Legionnaire, with the chaparí on his head, which enabled the garbage shed of the barracks «Argel 27» as a dwelling, with ranch included in tartera, to the touch of fajina. Pepe, the inspector, enigmatic character, enraged in his trench coat, sinister air, eyes sheltered behind sunglasses, who pursued in a detestive way, in Colombo plan, suspects, – knows not what – between the Plaza and Cánovas; Chochito de Oro, blonde, fondon-looking, which already indicates its characteristics, pro hanging around the parador del Carmen; the Furero Bunny who ruined himself with the game and survived by buying lepórid skins from housewives to sell in a warehouse. Puri, the Campanera, pedigueña and buscona; Pegasus, which directed circulation; the Sabanilla, municipal lacero, with its sinister tool in hand that chased stray dogs; the Cartucha, which guards weapons around the old railway station, waiting for the sodadesca and clientele of calerizo. Los Chinches, sheriffs of the bullring, Federico Ramón Culeras, with years of misery, next to the wall of the cemetery… Everyone was slaying. Like the Gabardina Man, who apparently introduced himself to lonely young men and women in the Old City, opening the garment, teaching its parts and creating an atmosphere of fear that spread through the ins and outs of the city.
Over there, in the camps of our childhood, other popular types of cacereños walked, in those journeys of time, now, with distant flavor, to which could be dedicated curisous references, that who more and who less, of those fifths, as was said before, we store in the album of memory.