LAS CANTERAS, Tenerife. Recuerdos.

Agustín Santana Correa, 27.12.2025

Recuerdos, Tere y Antonio.

En el recordatorio de la nostalgia que queda entre las sombras de la memoria aparecen ustedes como un punto importante a recuperar. Los tiempos de Lupe y Cristina, de Las Canteras y del muro de la casa acechando todo, del negrito al que nos convocaba Lupe, aquellos veranos con la Romería de San Benito y la vista por las noches a los fuegos de la Fiesta de Jardina.

El recorrido sería largo porque empezaría cuando todavía aún estaba la Tienda, allí donde conocí al Teniente, compañero de borrachera prendida en la mente del sobrino de Lupe, en un Bar de Pedro Álvarez, donde en la mesa en la que jugábamos al Envite volaban los chiquitos de vino entre Pericas y Malillas temblando el caldo rojo con el grito enfurecido del ENVÍO.

Después de dos horas de largas trifulcas cada vez más acaloradas, el dueño del bar nos invitó amablemente a terminar la Partida. Para el equipo avezado de cartas era muy pronto para retirarse definitivamente, así que desde allí nos dirigimos a los bares que estaban en el cruce hacia Las Canteras o Tegueste, uno de ellos un poco más abierto que el otro pero los dos con un ojo cerrado de los dueños. En uno no nos dejaron entrar y en el otro, por la pericia y amistad de uno de la pandilla pudimos pasar a la barra a por el último trago. Poco duró porque la paciencia del dueño se acabó pronto. Al Teniente había que mantenerle entre dos hombros, y en mi caso ya hacía tiempo que tenía los dos ojos medio cerrados, de hecho se me erizaron los pelos cuando entendí que la pandilla había decidido entrar en uno de esos bares.

Al día siguiente Lupe tuvo que hacer de sus conocimientos ancestrales para que amainara un poco la postguerra del Envite.

Poco después la Tienda se cerró y el Apartamento que estaba arriba a la altura de la casa central se empezó a reparar. Sería nuestro destino, así que nos cambiamos para que Tere y Antonio ocuparan la casa principal de la entrada, al lado de la cueva que tanto le gustaba visitar a los hijos donde Lupe guardaba celosamente los productos de la tierra como las papas y las verduras.

El muro se convirtió en el lugar de encuentro con Antonio. Llegada la noche me dedicaba a mirar el hermoso paisaje mientras esperaba que llegara para mantener un rato de animada conversación. El frío se hacía presente así que para mí era un aliciente más que adornaba el entorno campesino que tanto me ha gustado siempre.

Recuerdo de Lupe y de Cristina, y de Mercedes más abajo con su famosa garbanzada, y las noches de verano en el muro con animadas conversaciones con Antonio.

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