Gustavo Adolfo Ordoño. Madrid
Historiador y periodista. Es el autor y editor del sitio web dedicado al estudio de la dialéctica «Civilización y Barbarie» desde la perspectiva histórica, https://www.paxaugusta.es, que ha cumplido más de diez años como cabecera digital en español. Ha trabajado como reportero de televisión y de agencias, publicista, asesor editorial y documentalista especializado en la gestión de la información documental. Libros publicados “La Guerra de Ifini” 2018 y “Guinea Española” 2024, Almuzara.
TARDES DE DOMINGO. BPB Temas: Historia
Los canes que dieron nombre a las islas Canarias
En uno de mis textos que aporté a esta estupenda sección de Tardes de Domingo en el blog del apreciado Agustín Santana, hablaba de un pájaro canario que se trajo mi tía abuela Ángela de su luna de miel en las Islas Canarias a Madrid, allá por finales de la década de 1950. Es probable que algún lector canario pensara en ese momento que ya estaba el peninsular metiendo la pata sobre el origen del nombre de sus islas, que ese madrileño pensaba que las Canarias se llaman así por tener gran variedad de especies de esa ave que, curiosamente, sí es originaria de las islas.
Pero fue al revés, serían los pájaros los que recibieron el nombre de “canarios” originado a partir del vocablo latino canis (perro), un nombre dado en la Antigüedad a las islas. Por eso resulta una confusión muy extendida entre los españoles. Más cerca del terreno de la leyenda que del dato riguroso histórico, se cuenta que el origen de esta etimología estaría en una expedición a las Islas Afortunadas enviada alrededor del año 40 a.C. por el rey Juba II de Mauritania. Este era un reino vasallo de Roma en el norte africano, donde se sabía por marinos perdidos en la inmensidad del océano de la existencia de esas islas.
Fue el historiador romano Plinio el Viejo, en su obra Naturalis Historia, Historia Natural, quien recogió el relato de esa expedición. Esta historia de Plinio tiene una mención a una de las islas, en concreto a la que hoy conocemos como Gran Canaria, donde los expedicionarios del rey Juba encontraron gran cantidad de “perros de enorme tamaño”. A esa isla, que también les pareció la más grande de las halladas, empezaron a llamarlas simplemente Canaria. Nombre que sirvió también para referirse a todas las halladas en sus cercanías, las Insulae Canariae, que del latín se traduce como “Islas de los Perros” o “Islas de los Canes”.
Según parece, de esos grandes mastines el rey Juba II mandó traerse dos ejemplares a su reino. Si bien los relatos de Plinio ya constituyen documentación histórica, se hace difícil demostrar a ciencia cierta que esos grandes animales caninos encontrados fueran originarios de Canarias. Pudieron ser llevados, según las teorías prehistóricas, por los primeros pobladores del Paleolítico Superior que provenían del Norte de África (los futuros beréberes); precisamente del reino de Juba, la Mauritania antigua. Lo que sí está más claro es la gran impresión tenida por los primeros exploradores de las islas al ver a esos perros, que la mencionaron como “tierras de canes”.
La denominación de lugares cuando tiene un origen remoto nos sirve como fuente o dato histórico. Es probable, con bastante acierto, que los exploradores norteafricanos y romanos encontrasen las razas de podencos y dogos (perros de Presa Canarios) primigenias, que luego han ido mestizando con otros perros traídos por los mercaderes y colonos europeos desde el siglo XV. Los romanos se llevarían ejemplares (los que estaban en su provincia norteafricana) y los usaron como arma de guerra, por su agresividad y fortaleza. Grandes guardianes también hicieron de vigilantes de fincas y poblados. En América los españoles tendrían sobre todo en la raza del Perro de Presa Canario a un temido entre los indígenas compañero de exploraciones.
Con esto último, que no parezca estar reduciendo el bello nombre de las Canarias a una historia de grandes perros agresivos y temerarios. Recordemos que la etimología tiene un objetivo muy interesante y seductor, saber el origen y razón de existencia de las palabras, pero que muchas veces se apoya en leyendas o mitos más que en fuentes históricas. Otros expertos exponen también, por ejemplo, que el término canes hacía referencia a una especie de foca monje conocida como “can marino” o cannis marinus en latín. Su presencia en el archipiélago en la Antigüedad sería muy numerosa, aunque hoy está prácticamente extinguida. El origen del nombre de las Islas Canarias pudo estar entonces en una mala traducción posterior de las fuentes latinas, que se habrían interpretado con la idea del “perro terrestre”.
Para gusto de los más románticos (y algo nacionalistas) existe una reciente teoría que habla, gracias a nuevas investigaciones históricas y hallazgos arqueológicos, de una etimología que deriva de una tribu aborigen bereber que poblaba la isla de Gran Canaria, y que era conocida por otras tribus y luego por los viajeros fortuitos o voluntarios a las islas como los Canarii. Si han llegado hasta aquí en esta lectura, en sus manos está elegir el origen que mejor consideren. No obstante, el nombre de Islas Canarias para ese archipiélago español, en mi opinión, no podría estar “mejor puesto”.
